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Parque de la juventud

La imagen muestra una foto aérea de la zona norte de la ciudad de São Paulo, y, acercándose lentamente, aparecen los techos del Complejo Penitenciario conocido como Carandiru. Así comienza la película, también llamada Carandiru, dirigida por Héctor Babenco en 2003, la que relata las vivencias de algunos presos vistas a través del doctor de la cárcel (quien escribió el libro que da origen al filme) y culmina con la tristemente célebre masacre de 1992 donde 111 presos fueron muertos por manos de la Policía Militar. La prisión, que llegó a ser la más grande de America Latina, fue desactivada en 2002 y parcialmente demolida en 2003, como muestran las imágenes finales de la película.

Quien mirase hoy día la misma foto aérea encontraría una situación completamente diferente. En 1999 el Gobierno del Estado de São Paulo promovió un concurso público para la creación de un parque, hoy llamado Parque de la Juventud, el cual fue ganado por el equipo liderado por Roberto Aflalo (Aflalo & Gasperini) y que contó con la participación de la arquitecta paisajista Rosa Grena Kliass (entre sus numerosos proyectos se destaca el del Vale do Anhangabaú, en el centro de São Paulo) quien finalmente fue la responsable del diseño paisajístico.

Del anteproyecto del concurso al proyecto final el área de actuación se redujo a casi la mitad (240.000 metros cuadrados), ya que a último momento algunos sectores del complejo no fueron desactivados. El proyecto cuenta con tres distintos sectores, los que coinciden con las tres etapas de realización. En orden cronológico de construcción, y ubicados de este a oeste, las zonas son: Parque deportivo, Parque central y Parque institucional. El Parque de la Juventud tiene sus accesos principales por dos vías importantes de la ciudad: al este por la avenida Zaki Narchi y al oeste por la avenida Cruzeiro do Sul, la que además permite la llegada por el metro desde la estación Carandiru.

Los tres sectores del parque, ambientalmente bien diferenciados unos de otros, están cosidos por una alameda central, ritmada por una fila de árboles Palo de Fierro. Esta vía, que es recta en los extremos y curva en la zona central, está pavimentada con suelo cemento rojizo, un material entre semiduro y con buena capacidad de absorción del calor. Los parques deportivo y central están divididos por un pabellón, una marquesina con servicios gastronómicos e higiénicos, que brinda sombra y establece el nexo entre los dos sectores.  Por otro lado entre el área central y el parque institucional corre el arroyo Carajás, y el cruce está definido por dos puentes, uno de ellos en el eje de la alameda.

Veamos ahora sector por sector, comenzando con el Parque deportivo. Dispuestas al norte y al sur de la alameda se ordenan diez canchas, paralelas entre sí y levemente giradas respecto de la vía central, y en el centro de la composición la pista de skate funciona como rótula de este conjunto. La inclinación entre las canchas y la calle da lugar a un conjunto de plazas triangulares, las que regulan la relación entre la parte deportiva y el paseo. Este filtro se potencia por el uso de “biombos” (como dice Rosa Kliass), mallas metálicas  verticales que, colocadas de forma casi aleatoria, dan acceso o aíslan los diferentes programas.

El Parque central, a diferencia del Deportivo, está dedicado básicamente al ocio y el disfrute de la naturaleza. Aislado de las avenidas y protegido por dos grandes murallas existentes (pertenecientes a un módulo de prisiones cuya obra comenzó y fue parada en la época de la masacre) el área central es un parque en el sentido tradicional, dotado de zonas verdes y una exuberante vegetación. En esta parte del proyecto las sendas se curvan y subdividen, generando paseos alternativos, podríamos decir en clave pintoresquista; un espacio de contemplación y descanso, o como lo llaman sus autores: “un oasis urbano”. En su centro fue creada una pequeña elevación que rompe la topografía plana del terreno permitiendo visuales más amplias, a la vez que modifica la velocidad del paseante.

Si bien el Parque central, en relación a los otros, aparece como un espacio desprogramado, tres elementos preexistentes son quizá la mayor atracción de todo el conjunto: las murallas, ya nombradas más arriba, que fueron transformados en pasarelas elevadas que permiten un recorrido de 300 metros entre la copa de los arboles, a las que se accede mediante la incorporación de tres escaleras de acero corten; una serie de módulos carcelarios que quedaron también inconclusos, de los que se mantiene la estructura, y que pueden ser recorridos por medio de decks de madera apenas elevados del piso; y finalmente un tupido bosque de Tipas y enredaderas que creció espontáneamente luego del abandono de la obra. El espacio resultante, además de constituir un recordatorio de la violenta situación previa, (casi podríamos decir que tematiza al parque) genera un ambiente único que mezcla lo natural y salvaje, la ruina, y el agregado de elementos netamente contemporáneos que construyen el vínculo entre las partes.

El Parque Institucional incorpora nuevos programas que buscan trabar el Parque de la Juventud con el resto de la ciudad. Consiste en una gran explanada, el acceso principal al parque, una plaza rectangular que nuclea varios edificios, también proyectados por Aflalo & Gasperini. La Biblioteca São Paulo es la gran obra institucional, y en ella aparecen los elementos característicos de la Escuela Paulista (el espacio fluido, el rol de la estructura como generatriz, la horizontalidad) pero quizá apelando a un lenguaje final más populista, especialmente en algunos detalles interiores. Enfrentados a la biblioteca dos pabellones de la antigua prisión fueron mantenidos y reciclados, y allí se alojaron las ETEC (Escuelas Técnicas del Estado) junto con un módulo de Accessa SP destinado a la difusión de Internet entre la población. Todo este segmento aparece ligado por pasarelas techadas que además vinculan también el parque con la estación de metro.

El Parque de la Juventud es ya una pieza fundamental en el tejido urbano de São Paulo y lo es porque responde a demandas concretas y diversas de la sociedad. El mix programático, el armado por sectores diferenciados y el diseño cuidadoso han conseguido en poco tiempo una apropiación real por parte de los múltiples usuarios. Constituye además un valioso ejemplo de positivación de un espacio de violencia hacia un espacio de ocio colectivo, de lo más segregado a lo más inclusivo.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Ensamble #01 Arquitectura y Violencia, Médico DF, México