Monthly Archives: April 2015

Leonardo Finotti, fotógrafo de Arquitectura

“Sea lo que fuere lo que ella ofrezca a la vista sea  cual fuere la manera empleada, una foto es siempre invisible: no es a ella a quien vemos”

Roland Barthes, en La cámara Lúcida

A pesar lo dicho por Barthes, la fotografía como arte ha ido consolidando su terreno, hasta convertirse hoy en uno de los principales medios de expresión en museos de arte contemporáneo, bienales y galerías de arte. Sin embargo, particularmente en la fotografía de arquitectura parece cumplirse esta otra frase que refiere al famoso cuadro de Magritte, también del semiólogo francés: “en la fotografía una pipa es siempre una pipa”(1). Al parecer la fuerza del referente fotografiado puede ser tan potente que el ojo (el cerebro en verdad) se saltea, por así decirlo, la foto como elemento expresivo; ve la pipa, no ve la imagen. 

Buscando aparecer, algunos fotógrafos de arquitectura han optado por contar una historia paralela, por competir con la pipa (si se me permite abusar del recurso, última mención). Se escenifican, en estos casos, verdaderas puestas teatrales, que usan al objeto fotografiado como telón de fondo. La apariencia efímera toma el lugar del espacio, y este tipo de fotografías nos recuerdan anuncios que promueven un cierto estilo de vida, en vez de expresar las características materiales (entendiendo la luz como un material más) y geométricas de un cierto edificio, de un determinado espacio. 

Es fácil percibir que vivimos tiempos de arquitectura superficial (valen aquí sus dos acepciones), tiempos en los que casi todo se basa en imágenes, que aparecen un instante y son rápidamente olvidadas. Este estado del arte sería a priori auspicioso para la fotografía: nunca hasta ahora hubo tanta exposición mediática de los fotógrafos de arquitectura y sus trabajos. Las nuevas tecnologías además, como el uso de drones para fotografía aérea, favorecen el espectáculo. 

Viajando a contracorriente, el fotógrafo de arquitectura Leonardo Finotti (Brasil, 1977) optó por la realidad, y así la fidelidad puede ser considerada como uno de los principales criterios de su trabajo. Sin embargo no puede tomarse esta posición sin enfrentar un riesgo: la obviedad. Y ya que la fotografía de arquitectura es a la vez un servicio, la línea entre documental y arte puede ser particularmente fina, y nuestro fotógrafo eligió caminar sobre la linea.

El hecho, en verdad, es que la realidad es múltiple y contradictoria, y lo que Leonardo Finotti nos brinda en sus fotografías es una visión (o versión) extremadamente depurada, que nos deja cerca de la esencia del proyecto fotografiado. Por tanto, su trabajo es un vehículo privilegiado para entender las intenciones abstractas de la arquitectura que fotografía, una percepción limpia y veraz, una imagen literalmente ideal.

Por cierto, su caja de herramientas no es nueva: se basa como siempre en un buen encuadre y una correcta exposición, y sin embargo su visión no tiene paralelo. Arriesgo que la clave de dicha visión se encuentra en su cabal comprensión de la geometría. Leonardo Finotti tiene la habilidad de colocarnos en el punto exacto donde le proyecto habla mejor sobre sí mismo, y ese lapso de entendimiento es como una pausa en el tiempo. Sus imágenes extremadamente estáticas repercuten en el espectador del mismo modo, un momento que transmite la idea de eternidad, asociada a construcciones que generalmente sobreviven a sus usuarios y funciones. Propiciar la pausa y la comprensión, en tiempos donde lo efímero y fugaz inundan la cultura y el arte, propone también un camino cuesta arriba.

LAMA es un proyecto fotográfico en curso, que procura expandir / intensificar la relación entre Finotti y la arquitectura moderna de América Latina. Se trata de un trabajo que al momento abarca 9 países, 9 realidades diversas. La Arquitectura Moderna sirve de base, es un hilo común a través del cual Leonardo Finotti elabora una construcción personal de imágenes. LAMA, cuya sigla significa Latina American Modern Architecture, es también la palabra “barro” en portugués, y propone un comentario sobre la situación actual de esta arquitectura.

La Arquitectura Moderna refleja un momento de optimismo, una época de trabajo colectivo con un mismo objetivo: el progreso. El ser moderno es un ser en comunidad, que entiende el progreso como plataforma para el bienestar común. El espacio moderno es fluido, es espacio público, incluso en ámbitos privados.

Formalmente esta nueva arquitectura, originaria de Europa en la década del 20 del siglo pasado y en consonancia con las vanguardias figurativas, implicó una revolución en la concepción de los objetos. Liberada de la composición clásica y de todo lo que era considerado superfluo, la expresividad del lenguaje moderno reside en el espacio y las formas abstractas. El universo expresivo de cada obra refiere a sí mismo: cada proyecto establece sus normas de composición, y el usuario tiene un rol activo en este proceso. 

Entre tanto, a través de la rápida difusión de obras de referencia y el carácter mesiánico de algunos de sus más importantes representantes (imposible no pensar aquí en Le Corbusier), son obvias ciertas constantes en sus resultados. Tempranamente, América Latina adoptó esta nueva cultura arquitectónica, pero de forma inmediata comenzaron a surgir innovaciones y adaptaciones locales, que tuvieron su apogeo en el proyecto de Lucio Costa para Brasilia y sus principales edificios diseñados por Oscar Niemeyer.

El acercamiento de Leonardo Finotti a la fotografía de arquitectura moderna de Brasil comenzó de forma espontánea. Un importante proyecto sobre la obra de Niemeyer le dio un primer sentido a su trabajo, al convertirlo en búsqueda, en colección exhaustiva (al día de hoy el trabajo cuenta con más de 200 proyectos fotografiados). Otros proyectos, como el que se centra en las Casas proyectadas por Paulo Mendes da Rocha, le permitieron encontrar constantes en su fotografía y el desarrollo depurado de un lenguaje propio.

Lo que en un principio fue una relación de empatía, de valoración de calidad arquitectónica (Finotti es también arquitecto) al tiempo derivó en una necesidad. La arquitectura moderna es hoy día el mejor vehículo para expresar el encuentro entre el espacio, la forma, la materia y una visión muy personal.

Paulatinamente Leonardo Finotti empezó a aparecer en las fotografías… Su trabajo destaca a través de su visión ordenada, su estructuración espacial, su refinamiento obsesivo. Una búsqueda inicial por la objetividad (que deja ex profeso de lado a la originalidad) se transformó, por repetición, en subjetividad. Es la composición la que produce la escena, como una sutil maya invisible que ordena las formas y las lineas; es la proyección del discurso sobre el espacio la que emerge en las fotografías de LAMA. 

Actualmente el MoMA de Nueva York exhibe su mayor muestra de arquitectura Latinoamericana, Latin America in Construction: 1955 – 1980. Esta exposición celebra los 60 años de otra muestra, también del MoMA, que presentaba arquitectura de América Latina entre 1945 a 1955. Leonardo Finotti fue convocado por el museo para hacer un ensayo contemporáneo, que además de estar presente en la exposición, abre el catálogo de la misma con un portfolio personal.

Para finalizar, vale la mención de la apertura de LAMA.SP es un espacio colaborativo, ubicado en el centro de São Paulo. Desde esta plataforma Finotti establece vínculos con otros creadores, en directa relación con la Arquitectura Moderna paulista, ya que la sala se encuentra en piso 37 del emblemático edificio Mirante do Vale, del arquitecto Aron Kogan. Por ejemplo, el pasado marzo se presentó el artista suizo Mayo Bucher, con una instalación site-specific en la fachada del edificio, y obras de gran formato que reinterpretan las fotografías de Finotti, relacionando arte, arquitectura y ciudad.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en La tempestad #102, México DF, México

La tempestad #102, Abril 2015

La tempestad #102, Abril 2015

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Casa Zé en Palmela

La ciudad de Palmela, cercana lisboa, se destaca por sus paisajes naturales, y por la presencia de su castillo. Paratelier propone una pequeña y compacta casa, que aprovecha su posición para captar las vistas cercanas y lejanas. Las tablas que dieron forma al hormigón de sus muros fueron reutilizadas en el interior.

A 25 kilómetros al sur de Lisboa, la pequeña ciudad de Palmela aprovecha su situación geográfica excepcional: muy cercana a la capital portuguesa, aún mantiene sus características semi rurales, donde la dominante actividad vitivinícola convive con industrias de mediano porte. Construida en torno al Castillo de Palmela, el cual ocupa su parte más alta, ciudad y castillo dominan el valle y las vistas a la reserva Parque Natural Arrábida.

La plaza Boa Vista hace honor a su nombre: desde ella se puede observar tanto el valle Barris como el castillo medieval. En un estrecho terreno vacante que enfrenta a la plaza, Paratelier, estudio de arquitectura con oficinas en Lisboa y Roma, dirigido por Monica Ravazzolo y Leonardo Paiella, proyectó la Casa Zé. Este estudio de jóvenes arquitectos actúa frecuentemente en las áreas de arquitectura y diseño de paisaje, y de alguna forma el proyecto de esta casa aúna ambas disciplinas, ya que la construcción se integra en el paisaje del lugar, e integra asimismo las vistas del entorno en sus espacios.

Vista desde la plaza, la casa se presenta como un bloque monolítico, con apenas algunas aberturas discontinuas, que favorecen la imagen de objeto macizo. Esta contundencia se ablanda, por así decirlo, con la forma del techo a dos aguas, que informa icónicamente de su función de vivienda. Por más que el contraste con sus vecinos es notable, el proyecto procura asociarse a través de la coloración ocre y rojiza, de sus muros y techo respectivamente. Además, un pequeño patio lateral sirve también de conexión (o desconexión, mejor) con la casa de la esquina.

Todo proceso constructivo deja sus huellas; las construcciones con hormigón visto hacen del proceso su acabado final, al dejar las marcas del encofrado que le dio forma. La Casa Zé lleva este proceso aún más lejos, ya que las tablas utilizadas para encofrar los muros exteriores fueron reutilizadas, luego de haber sido limpiadas y enderezadas, casi en su totalidad en el interior. De esta manera, además de las ventajas del reaprovechamiento (económicas y de sustentabilidad) existe una correspondencia geométrica entre las marcas en el exterior y las juntas en el interior.

La imagen dura y abstracta del exterior de la casa no permite adivinar el interior cálido que se percibe apenas se entra, y el efecto sorpresa se potencia en el espacio de doble altura del recibidor, completamente forrado en madera, que invita inmediatamente a subir. El proyecto rompe  así la organización tradicional, ubicando los dormitorios en el primer nivel, abiertos al patio lateral, y las zonas de estar, comedor y cocina en el segundo nivel.

Conforme se sube, el contacto con el exterior es mayor, hasta llegar al área de relación, un espacio continuo que congrega las actividades sociales de la casa. Cada una de las aberturas que aparecen en este espacio fueron pensadas en su relación con la vista particular que se buscaba enfocar. De tal forma, la ventana que da para la plaza concentra la mirada, mientras que la que apunta hacia el valle propone una vista más amplia. Una tercera ventana permite la salida a la terraza posterior, desde la que se ve también el castillo.

Cualquier proyecto estructurado verticalmente depende de su escalera, y la escalera de la Casa Zé, construida enteramente en madera, acompasa su diseño con el criterio general de la vivienda: más cerrada en la planta baja, se abre escultóricamente en el nivel de los dormitorios hasta llegar libre a la planta superior. Observar esta mágica escalera nos deja la satisfacción de saber que aún quedan cosas por ser inventadas. 

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #255, Bogotá, Colombia

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Arena do Morro

Cualquier diseño integra obligatoriamente diversas variables, condensa en un resultado diferentes requerimientos, supera restricciones y contradicciones a la vez que potencia posibilidades. Un proyecto de arquitectura es, además, un diseño a medida para un determinado lugar y contexto social. Un edificio, si es exitoso, debe resolver todo lo anterior, con la contradicción (¿o mejor llamarle desafío?) de que el propio edificio cambia con su presencia las condiciones originales. Finalmente, por si lo anterior fuera poco, los usuarios y sus demandas cambian con el tiempo, así como cambia también la sensibilidad con la que se observan y juzgan sus formas y materiales. El gran edificio será aquel que también logre adaptarse y mantenga su vigencia expresiva, evitando la obsolescencia programática y formal.

Este preámbulo, que podría aplicarse a cualquier caso, también nos deberá servir para analizar al Arena do Morro, gimnasio polideportivo diseñado por el estudio Herzog & de Meuron (H&dM), localizado en el barrio Mãe Luiza de la ciudad de Natal, en el estado brasileño de Rio Grande do Norte. El edificio forma parte de un proyecto urbano llamado Visão sobre Mãe Luiza (Visión sobre Mãe Luiza), cuya autoría también pertenece al consagrado estudio suizo. Ambos diseños fueron donados por H&dM, mientras que la construcción fue costeada por la Fundación Ameropa, perteneciente a una empresa, también suiza, del rubro de los granos y los fertilizantes. Ameropa y H&dM ya tenían una experiencia conjunta, cuando en 2001 los arquitectos construyeron en Binningen la sede central de la empresa.

Si tener un profundo conocimiento de las condiciones en que se realiza un trabajo es fundamental para alcanzar buenos resultados, avancemos con la descripción de la situación previamente existente en el lugar. Mãe Luiza es un barrio popular con características de periferia, pero localizado en un enclave muy especial, cercano al centro de la ciudad y enfrentado al Océano Atlántico. Al sur y al oeste está cercado por la reserva Parque das Dunas, un área de protección de arenales y bosque nativo, y al norte por barrios de alta gama. Un faro de mediados del siglo pasado es su principal atracción turística, y su verticalidad y blancura contrastan con el abigarrado colorido de las casas, en constante proceso de construcción.

Pero quizá lo más notable de este barrio sea la presencia y actividad de sus fuerzas sociales, así como su interacción en beneficio de sus habitantes. En 2006, el Centro Sócio-pastoral Nossa Senhora da Conceição realizó un seminario para pensar el futuro desarrollo de la zona; partiendo de las conclusiones de aquel encuentro, y con la colaboración del municipio, el estado, H&dM y el financiamiento de la fundación (que actúa en el área hace más de 20 años), se llegó en 2009 a la realización del proyecto global, y particularmente la construcción del gimnasio polideportivo inaugurado en 2014, en un lote adyacente a la escuela estatal Dinarte Mariz. Dentro del estudio suizo, el arquitecto Tomislav Dushanov fue el responsable por el proyecto.

El terreno, una faja paralela al mar, rectangular contra el edificio de la escuela y con una pronunciada punta en el extremo opuesto, contaba con una estructura existente de un antiguo proyecto para techar una cancha. El uso de esta estructura, además de anclar el proyecto a una preexistencia, permitió mantener una altura excepcional para el barrio. También habilitó la construcción de modelos del techo a escala 1:1, el cual requirió un ajuste en su estructura perimetral luego de testear su reacción a los fuertes vientos del lugar. Otros materiales también fueron probados en obra, como los bloques de hormigón, fabricados por un productor local, o el piso de monolítico, permitiendo el ajuste de sus coloraciones.   

Paralelamente a la construcción los líderes comunitarios crearon una comisión gestora que realizó seminarios para elaborar el proyecto político y pedagógico, así como la agenda de acciones a desarrollar en el gimnasio. Los habitantes de la zona pudieron visitar junto a las autoridades la obra en construcción. Fomentando la participación ciudadana se propuso un concurso para la creación del nombre del proyecto: Arena do Morro fue la propuesta de un joven de 16 años, y hace alusión (no exenta de ironía) a el estadio Arena das Dunas, construido para la copa de football realizada en Brasil el año pasado. 

Yendo al análisis del proyecto arquitectónico, la idea principal parece estar en la generación de un gran techo que cubra toda la extensión del terreno, para lo cual fue necesario prolongar la estructura existente. Este techo se resuelve de manera sencilla: se trata de chapas de metal, de color blanco, colocadas de forma escalonada en fajas paralelas a la calle, con un espacio de ventilación e iluminación entre cada una de ellas. Aunque la técnica constructiva es extremadamente simple, el resultado final, al cruzar la trama de la cubierta de estructura regular con el terreno de forma irregular, es profundamente sugerente. Más neutro contra la escuela, su expresividad máxima se alcanza en la esquina, donde el techo parece perder piezas, se deshilacha por así decirlo. En este punto, el de mayor dramatismo si se quiere, el proyecto propone el acceso principal al edificio, así como a un mirador ubicado en el primer nivel.

El resto de los planteos del proyecto se pueden resumir en dos acciones básicas: un pavimento continuo de hormigón, que se moldea según la topografía (en declive hacia el sur), a la vez que adapta su función: es piso, tribuna para 420 espectadores o se pliega para convertirse en escalera; y una serie de muros curvos elaborados con las piezas prefabricadas ya nombradas, que definen los límites del edificio contra la calle, y arman los recintos que sirven de salas de danza, talleres, y los vestuarios. La combinación en la posición de los bloques define el grado de apertura de los espacios que limitan.

Mientras que el piso, en su continuidad, establece una base de uso público, una plaza, las curvas de los muros acompañan al usuario en su ingreso, llevándolo desde el exterior hacia el interior, como una Cinta de Möbius. 

La interacción entre las trazas rectilíneas del techo blanco, abstracto y liviano, y la base pesada compuesta por el pavimento y los muros, potencia ambos extremos expresivos, haciendo más clara cada una de sus características, gracias al contraste entre ellas. Conviven en el edificio lo tectónico (entendido como lo articulado, que no muestra la transmisión de las cargas hacia la tierra, en este caso el techo) y lo estereotómico (entendido como la construcción asociada a la naturaleza, la cueva, aquí el piso y los muros). Para entender rápidamente este concepto es útil la comparación entre el Arena do Morro y el conocido proyecto de Jørn Utzon para la Ópera de Sidney, con su plinto pétreo y sus techos livianos como velas. 

La dualidad expresiva es tan potente, que por un momento nos parece que el basamento pesado de hormigón siempre estuvo allí, y que es el techo liviano la única construcción nueva. Esta capacidad de restringir la imagen del gimnasio al techo, esta sensación de novedad y permanencia, es una de los aciertos más importantes del proyecto en su relacionamiento con el entorno. El blanco representa lo nuevo, o mejor, solo lo nuevo puede ser blanco; y es también el color más ausente en el lugar (salvo por el faro), ya que pocas de las viviendas locales reciben terminaciones, y en el entorno cercano prima el color rojo del bloque de tierra o ladrillo. Por otro lado el hormigón representa lo público y duradero, lo inacabado también, puesto que se completa con el uso.

Tanto las formas como los materiales cargan con su historia, reflejan un determinado posicionamiento cultural (e ideológico), generan empatía o rechazo. No es casual que se haya optado por materiales sin un acabado refinado y técnicas de construcción sencillas, no sólo desde el punto de vista del presupuesto acotado o el mantenimiento futuro, sino también como una manera de comunicación básica y horizontal con los vecinos del barrio. Las formas curvas no son patrimonio de la arquitectura brasileña, pero es imposible no pensar en Oscar Niemeyer al ver la planta de este edificio, también los elementos perforados están vinculados a la arquitectura colonial del Brasil, y fueron retomados por su arquitectura moderna, en manos de Lucio Costa, por citar un ejemplo.

Se aprecia también un cuidado especial a la escala de la intervención, a su tamaño relativo al granulado del barrio, un tejido donde predominan las pequeñas casas individuales. La discontinuidad material, tanto del techo como de los muros de bloques perforados, achica perceptivamente el tamaño del edificio. La liviandad de la cubierta, sumado a su estética de montaje, le otorga un cierto aire transitorio o cambiante, lo que relativiza el impacto de su presencia: desde lejos podemos percibir al gimnasio como una gran carpa armada para la ocasión.

La neutralidad formal del edificio, su imagen de gran galpón (tanto mirado de afuera como percibiendo su espacio interior), es también un acierto, a la hora de pensar en sus funciones actuales y sus posibles adaptaciones programáticas. Gracias a su flexibilidad espacial y significación para el barrio, además de funciones deportivas el Arena do Morro ya ha albergado actividades diversas: entre otras, talleres y muestras audiovisuales, campañas de cultura y salud.

El proyecto urbano para la zona planteaba la realización de un eje transversal al mar, que pasaría entre el gimnasio y la escuela Dinarte Mariz, y acabaría en una plataforma que mira a la costa. Por otro lado proponía también una vía verde para la calle de acceso a la zona, la Alameda Padre Sabino. Paralelamente la Secretaría de Educación se comprometió a reformar el edificio de la escuela. Salvo la vía verde, cuyas obras comenzaron a fines del 2013, ninguna de las otras ideas han sido plasmadas. Actualmente existe también la propuesta para un nuevo parque municipal, que ocuparía 1.5 hectáreas entre el Arena do Morro y el mar y que busca incluir a Mãe Luiza en el circuito turístico de la ciudad; en este momento se preparan las bases para un concurso público, mientras se está en busca de financiación.

En junio de 2014, dos meses después de la inauguración del edificio, fuertes lluvias produjeron importantes deslizamientos de tierra, y decenas de casas desaparecieron en pocas horas, junto con un largo tramo de calle. Este episodio sirve para mostrar las carencias de infraestructura que aún existen en el lugar, y la fragilidad de las humildes viviendas locales. La sola presencia del gimnasio, por obvio que sea decirlo, no soluciona todos los problemas que enfrenta el barrio. Sin embargo, además de proveer actividades de deporte, recreación y cultura (lo que redunda en calidad de vida, mejor de la autoestima colectiva y la seguridad), la experiencia de la participación de las fuerzas sociales desde la definición de las necesidades hasta la gestión del gimnasio deja un aprendizaje profundo.

Si el lector llegó hasta aquí, verá que en el conjunto de este artículo se han abordado los temas planteados al inicio: las variables del diseño, el proyecto como un diseño específico, y el edificio como una entidad cuya vida dura más que las demandas que lo hacen necesario. El Arena do Morro, a partir de lo visto, reúne las condiciones de un gran edificio; puede ser también, si se me permite la imagen, una locomotora, que tire de unos vagones que poco a poco irán siendo llenados colectivamente. Un nuevo faro, que muestra una dirección deseable, y posible. 

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Alemán en Archithese – Architektur und Soziologie, Zurich, Suiza

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