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Pieza urbana

En un barrio residencial de Montevideo, la pequeña Casa Buceo, de los arquitectos Gualano + Gualano, ocupa la mitad de la parcela mientras propone la otra mitad como espacio vacío. Sus formas puras y su materialidad dura le otorgan un carácter de pieza urbana

La casa Buceo toma su nombre del lugar en el que se localiza: El buceo es un barrio residencial alejado del centro de Montevideo; la cercanía a la costa del Rio de la Plata, el frondoso arbolado público y los jardines de sus casas definen el ambiente de la zona.

En un pequeño terreno en esquina, de apenas 135 m², el estudio liderado por los hermanos Gualano proyectó una casa que debía albergar aproximadamente el mismo metraje. La primera decisión entonces fue apilar el programa en dos niveles, liberando la mitad del terreno, el cual mira al norte en su lado mayor.

Retrayéndose hacia la medianera, el proyecto reserva este vacío al norte, y lo construye visualmente mediante un muro que acompaña la fachada. El patio resultante, además de captar el sol durante buena parte del día, no interrumpe el pasaje de radiación solar a los espacios interiores, especialmente bienvenida en los largos meses del invierno. 

El esquema de dos bandas de actuación, una construida, la otra libre de construcciones, es desafiado por la presencia del prisma de la terraza. Si bien bien ésta ocupa parte del vacío, lo hace con otro espacio también vacío, que además evita apoyarse, colgando del cuerpo principal.

El volumen virtual de la terraza elevada construye la esquina a la vez que demarca y protege el espacio de acceso, y una vez dentro cubre el espacio de estacionamiento. Esta componente urbana de la casa se entiende por la voluntad expresa de los autores de construir ciudad, de proyectar en la ciudad para los otros. Es así que la Casa Buceo se siente más urbana que sus vecinos, se entiende como una pequeña parte de un todo mayor.

La composición formal se puede resumir fácilmente en dos volúmenes, la terraza elevada y el prisma contra la medianera, más el plano que cierra la planta baja. El repertorio material también es acotado, destacándose las piezas en hormigón (rústico o pulido), los bloques también de cemento, madera y algunas piezas en metal blanco. La enredadera que cubre el muro es también concebida como un material en la composición.

Esta expresividad muy controlada, ya sea en lo material o en el campo de las formas, puede ser entendida como una apuesta a una estética de lo mínimo (no me refiero aquí a lo minimal), de lo básico y lo posible. Por un lado, estos materiales precisan poco mantenimiento, y su envejecimiento se asume como parte de su expresión final. Por el otro, se apela a técnicas constructivas sencillas, que ya están incorporadas en la tecnología y mano de obra del medio en el que se construye. 

La protección de la intimidad, asegurada por el largo muro y el portón de entrada, permite que una vez dentro los espacios sean completamente vidriados. La conformación en planta hace que todos los ambientes miren al patio, que actúa como paisaje interior. En planta baja la escalera define dos ámbitos separados, pero conectados visualmente, y su presencia se aliviana con el diseño de sus barandas y el uso del color blanco. En la planta alta la escalera vuelve a separar, esta vez el dormitorio de los niños, al fondo, y el del matrimonio, con su salida independiente a la terraza.

Para concluir, podemos decir que la Casa Buceo saca partido de sus restricciones espaciales, aprovechando al máximo el espacio exterior, a la vez que encuentra un repertorio formal y material propio y adecuado al medio en el que se inserta.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #259, Bogotá, Colombia

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Refinamiento constructivo

Tecnología y tradición se combinan en esta casa de playa en el litoral del estado de São Paulo. Thiago Bernardes recoge y amplifica la experiencia de tres generaciones de arquitectos, colocando el confort en el centro del proyecto.

Hace más de cinco décadas que el nombre Bernardes resuena en el ambiente de la arquitectura brasileña. Primero Sérgio Bernardes, reconocido por sus potentes y radicales proyectos; luego su hijo Claudio, fundador del estudio Bernardes + Jacobsen; y finalmente Thiago, quien ocupó el lugar de su padre Claudio, tras la muerte de éste. Actualmente Thiago Bernardes posee su propio estudio, Bernardes Arquitetura, con oficinas en Rio de Janeiro y São Paulo, y en sus proyectos capitaliza la experiencia de tres generaciones, combinando tecnologías de punta con elementos expresivos tradicionales en la cultura del Brasil.

El conjunto de sus proyectos, particularmente sus casas, puede entenderse como un constante proceso de refinamiento constructivo, donde el confort es el principal objetivo. Trabajando para clientes exclusivos, en amplios terrenos y con holgados presupuestos, la obra de Bernardes Arquitetura se ciñe sin embargo a contados componentes y materiales, sin apelar a elementos simbólicos de lujo ni caer en los clichés de la moda del momento. 

La Casa RHG se ubica en São Pedro, Guarujá, en el litoral del estado de São Paulo, y ocupa un terreno elevado y de fuerte pendiente. La sierra de Guararu, de la cual forma parte São Pedro, es considerada un área de protección ambiental desde 2012, por su reserva de vegetación nativa de más de 2.500 hectáreas.

Para aprovechar las vistas hacia el mar, y como forma de permitir la continuidad del suelo y preservar así la vegetación, la casa se eleva sobre una estructura de columnas de hormigón, sobre la cual se apoya otra estructura de acero. En el nivel del acceso una plataforma define la planta de uso exterior, que incluye la piscina: apenas un pequeño pabellón, que alberga la sala de estar comedor y la cocina, sobresale del plano horizontal, cubierto por un techo liviano inclinado. Las barandas de vidrio, y las ventanas corredizas de madera, no interrumpen nunca la visión lejana del mar.

Dos escaleras, una exterior y una interior, conducen desde el acceso a la planta inferior, que contiene los dormitorios y el SPA; ambas desembocan en un atrio, con una perforación en el centro y rodeado por las circulaciones, que permite apreciar la particular estructura que soporta toda la casa y que sólo se percibe cabalmente desde este punto. Mientras en la planta alta el contacto con la naturaleza se plantea como paisaje lejano, la planta de dormitorios se relaciona directamente con los árboles, en primer plano. Como excepción, en la suite principal, una pequeña terraza invita nuevamente a contactarse con la impactante vista de la playa y el mar.

El proyecto de interiores, que también es de Bernardes Arquitetura, propone algunos detalles que subrayan las características de su arquitectura, entre tecnología y tradición. Por ejemplo, en el extremo de la sala de estar, la “Poltrona Jangada”, de Jean Gillon, que hace referencia a una balsa artesanal, convive con la futurista estufa colgada, producida por la empresa Focus y diseñada por Dominique Imbert.

Alcanzar la simplicidad requiere un arduo trabajo de síntesis y pulido, pero si se realiza bien el resultado da sus frutos: esta vivienda no solamente es extremadamente bella y confortable, sino que en el momento adecuado es sutil (sin tampoco esconder su presencia), habla bajo y deja que lo que cuente sea el lugar, la naturaleza cercana y la vista del mar. La abstracción, que muchas veces se confunde con frialdad, permite ver al proyecto en relación con su entorno, y como resultado ambos, casa y lugar, se potencian.   

Contraste y contención a la hora de diseñar se observan en toda la Casa RHG, en una interesante combinación de creatividad, tradición y refinamiento.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #259, Bogotá, Colombia

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Escape plan – Aigai Spa

It took Brazilian lawyer and entrepreneur Fernanda Pinazo more than two years to find the right place to build her new spa centre. She wanted her business to offer an urban experience, but also to be an oasis for her guests, a calm haven away from Sao Paulo’s busy centre. Picking the perfect spot was critical. Her search led her to a generous – 750sq m – corner plot in Alto de Pinheiros, a relatively quiet residential neighbourhood of Sao Paulo, green with lush trees. At the same time, Pinazo travelled the world, handpicking wellness techniques and treatments to bring back to Brazil and help shape her new spa concept, Aigai. With the plot and concept settled, she was ready to put together the architect’s brief for Aigai’s all-important main home.

After discussions with several practices in the city, it was the proposal of Chile-born, Sao Paulo-based architect Mário Figueroa that won Pinazo over. Demolishing an existing structure on site, the team started with a clean slate. The building was conceived as a structure made of different layers, helping put the necessary distance between the noisy city and the spa’s peaceful core. The main façade is set back, and a zigzagging ramp stretches over a pond towards a hand-painted tile-covered recess defining the complex’s main door. Next to it, a curved green concrete wall surrounded by gardens and covered in twenty different species of plants shields visually the interior from the street and insulates the building from city sounds. The same concrete wall is left exposed inside, its aesthetic playing an important role in the overall architectural feel.

Once through the main entrance, visitors are led to the reception area. This looks out to the first of the building’s twelve courtyards, and guides guests towards the changing rooms, where they will prepare before continuing into one of the spa’s three main relaxation areas. The biggest one is the Relax Lounge. It is partially covered by a white decorative pergola, featuring an Arab-style wood lattice mashrabiya motif. This same pattern will be replicated on doors and walls through the building and is part of Aigai’s visual identity. Figueroa drew inspiration both from the arabesque decorations of the Alhambra Palace in Granada and the minimalist work of Tadao Ando, so the project is a masterful showcase of carefully balanced contrasts.

The second relaxation space is called the Feel. It is a small patio with a vertical garden and a water feature, covered by a sliding glass ceiling; this space was designed to bring the visitor in direct contact with nature. The third and final relaxation area is the Dream; a bijoux library room, with an armchair looking towards a small courtyard that acts as a lightwell. These rooms are places for the guests to rest and unwind, stylishly furnished with pieces by Patricia Urquiola. The option to order food from a specially designed menu devised by the resident chef is also available.

Each treatment room (there is a total of six on the ground floor) has its own outdoor terrace, as well as a variety of equipment for various wellness therapies, such as the Abhyanga Indian oil or the Shiatsu Japanese pressure point massage. The patios make the sky, the trees, the textured concrete and the green walls ever present throughout the building. In combination with the carefully selected designer furniture in the spa, they form an important part of Aigai’s luxury wellness ethos. The building’s service and support areas – such as the garage, offices, the kitchen and a staff room – are located in the basement level.

The first floor – read from the outside as a wood-clad box sitting on the spa’s ground level concrete volume – contains My Spa, a section of the building, which can be hired by a single guest or a group. It has its own separate entrance and offers the two-step Hammam ritual: hot air treatment, followed by exfoliation and a bath. This area also has its own swimming pool, sheltered discreetly by a sliding ceiling in the same mashrabiya pattern.

A building designed to bring the surrounding nature in, while respecting its guests’ privacy, all within one of the world’s busiest metropoles, the new Aigai spa in Sao Paulo is a perfect blend of minimalism and ornament.

 

author: gustavo hiriart

originally published in Wallpaper* #194, London, UK

Casa Zé en Palmela

La ciudad de Palmela, cercana lisboa, se destaca por sus paisajes naturales, y por la presencia de su castillo. Paratelier propone una pequeña y compacta casa, que aprovecha su posición para captar las vistas cercanas y lejanas. Las tablas que dieron forma al hormigón de sus muros fueron reutilizadas en el interior.

A 25 kilómetros al sur de Lisboa, la pequeña ciudad de Palmela aprovecha su situación geográfica excepcional: muy cercana a la capital portuguesa, aún mantiene sus características semi rurales, donde la dominante actividad vitivinícola convive con industrias de mediano porte. Construida en torno al Castillo de Palmela, el cual ocupa su parte más alta, ciudad y castillo dominan el valle y las vistas a la reserva Parque Natural Arrábida.

La plaza Boa Vista hace honor a su nombre: desde ella se puede observar tanto el valle Barris como el castillo medieval. En un estrecho terreno vacante que enfrenta a la plaza, Paratelier, estudio de arquitectura con oficinas en Lisboa y Roma, dirigido por Monica Ravazzolo y Leonardo Paiella, proyectó la Casa Zé. Este estudio de jóvenes arquitectos actúa frecuentemente en las áreas de arquitectura y diseño de paisaje, y de alguna forma el proyecto de esta casa aúna ambas disciplinas, ya que la construcción se integra en el paisaje del lugar, e integra asimismo las vistas del entorno en sus espacios.

Vista desde la plaza, la casa se presenta como un bloque monolítico, con apenas algunas aberturas discontinuas, que favorecen la imagen de objeto macizo. Esta contundencia se ablanda, por así decirlo, con la forma del techo a dos aguas, que informa icónicamente de su función de vivienda. Por más que el contraste con sus vecinos es notable, el proyecto procura asociarse a través de la coloración ocre y rojiza, de sus muros y techo respectivamente. Además, un pequeño patio lateral sirve también de conexión (o desconexión, mejor) con la casa de la esquina.

Todo proceso constructivo deja sus huellas; las construcciones con hormigón visto hacen del proceso su acabado final, al dejar las marcas del encofrado que le dio forma. La Casa Zé lleva este proceso aún más lejos, ya que las tablas utilizadas para encofrar los muros exteriores fueron reutilizadas, luego de haber sido limpiadas y enderezadas, casi en su totalidad en el interior. De esta manera, además de las ventajas del reaprovechamiento (económicas y de sustentabilidad) existe una correspondencia geométrica entre las marcas en el exterior y las juntas en el interior.

La imagen dura y abstracta del exterior de la casa no permite adivinar el interior cálido que se percibe apenas se entra, y el efecto sorpresa se potencia en el espacio de doble altura del recibidor, completamente forrado en madera, que invita inmediatamente a subir. El proyecto rompe  así la organización tradicional, ubicando los dormitorios en el primer nivel, abiertos al patio lateral, y las zonas de estar, comedor y cocina en el segundo nivel.

Conforme se sube, el contacto con el exterior es mayor, hasta llegar al área de relación, un espacio continuo que congrega las actividades sociales de la casa. Cada una de las aberturas que aparecen en este espacio fueron pensadas en su relación con la vista particular que se buscaba enfocar. De tal forma, la ventana que da para la plaza concentra la mirada, mientras que la que apunta hacia el valle propone una vista más amplia. Una tercera ventana permite la salida a la terraza posterior, desde la que se ve también el castillo.

Cualquier proyecto estructurado verticalmente depende de su escalera, y la escalera de la Casa Zé, construida enteramente en madera, acompasa su diseño con el criterio general de la vivienda: más cerrada en la planta baja, se abre escultóricamente en el nivel de los dormitorios hasta llegar libre a la planta superior. Observar esta mágica escalera nos deja la satisfacción de saber que aún quedan cosas por ser inventadas. 

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #255, Bogotá, Colombia

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Casa Boaçava

En un terreno con fuerte pendiente en São Paulo el estudio Una Arquitetos proyectó una casa que radicaliza las características de sus espacios sociales, privados y de servicio. Mientras que los últimos dos se desarrollan en opacos volúmenes de hormigón de diferente tonalidad, el área social es el vacío entre los prismas y el pliegue del piso.

En una ciudad abigarrada como São Paulo las fugas visuales, dadas por una topografía irregular, descomprimen los espacios urbanos y permiten, en algunos casos, proyectar los interiores mucho más allá del límite del terreno. Es el caso de la Casa Boaçava, diseñada por el estudio Una Arquitetos, ubicada en un lote alto y alargado, y con un desnivel de seis metros con el vecino posterior, que no interrumpe las vistas lejanas.

Parece claro que el proyecto comenzó a partir de ahí: llevar la vista del fondo del terreno a lo largo de toda la planta baja, evitando toda interrupción visual. Esta intención, la del espacio contínuo desde la calle y a través de toda el área social, nos recuerda los proyectos más emblemáticos de la llamada Escuela Paulista, la cual se caracteriza, entre otras cosas, por la fluidez entre el espacio público y los interiores, incluso en proyectos residenciales.

¿Pero, cómo lo logran? A partir de una separación neta entre los espacios sociales y los de servicio, el proyecto redibuja el terreno, por así decirlo. Todas las funciones transparentes se ordenan en cascada: el comedor primero, y la sala de estar con un techo más elevado, gracias al pliegue del piso, y luego el espacio exterior techado. Por otro lado, las funciones opacas se esconden en un bloque macizo de hormigón, que se hace a un lado, se saca de la vista. Este prisma, teñido de ocre a partir del agregado de óxido de hierro en el hormigón, acompaña la fluidez del espacio: nos busca en la entrada y nos guía hacia el fondo, señalando la vista a la ciudad.

La misma división tajante la observamos cuando comparamos el espacio vacío de planta baja y la caja pesada de la planta alta. Mientras en el nivel de calle se promueve la socialización, en el nivel superior se protege la privacidad. Incluso las ventanas de los dormitorios, abiertas con perforaciones muy precisas, se proyectan hacia balcones propios, concebidos como pequeños patios elevados. Otra vez se refuerza la privacidad, a la vez que se procura la mejor orientación del sol. En el centro del volumen de dormitorios, se ubica un estar íntimo, que cruza todo el espacio vinculando frente y fondo, y desde donde se accede al solarium del techo.

Otro aspecto de la Casa Boaçava a señalar es su solución estructural, y con este punto volvemos a toparnos con la Escuela Paulista, y su búsqueda del espacio a través de una estructura compleja y expresiva. El prisma elevado se sostiene de forma asimétrica: de un lado se apoya en el bloque ocre, del otro en dos columnas de hormigón. Esto desestabiliza visualmente al proyecto, ya que las columnas, por contraste, casi no se perciben. La caja de dormitorios, que encuentra su estructura en sus muros perimetrales, no se toca con los muros medianeros. En definitiva, el prisma al flotar hace visible al espacio de planta baja, le otorga volumen.

La escalera lineal, que no interrumpe el espacio, es otro acierto del proyecto. En su diseño se evitan los elementos verticales, lo que refuerza su liviandad extrema. Este dibujo nos recuerda las escaleras del arquitecto húngaro Marcel Breuer, autor de las sillas “Cesca”, que vemos en el comedor. Además de muebles de Eames o Saarinen, aparecen objetos de diseñadores brasileños, como el sillón “Paulistano” de Paulo Mendes da Rocha, o la mecedora “Rio” de Oscar Niemeyer.

El estudio Una Arquitetos (conformado por Cristiane Muniz, Fábio Valentim, Fernanda Barbara y Fernando Felippe Viégas) comenzó su historia en 1996 y rápidamente se destacó entre los jóvenes arquitectos del momento. El pasaje a la madurez encuentra a este grupo de diseñadores en su mejor momento, combinando en sus realizaciones frescura, oficio y convicción.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #250, Bogotá, Colombia

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