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Planos sobre planos

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Ya lo sabemos: proyectar un edificio da mucho trabajo. Lo malo para los arquitectos (o para el ego de los arquitectos) es que cuando el proyecto es bueno ese enorme esfuerzo no debe notarse. En el edificio para la nueva sede de la CAF Región Sur conviven capas de una compleja situación urbana, de la historia de la ciudad y de un programa mixto y ambicioso; y sin embargo, todos estos planos se integran con comodidad en un buen edificio.

El proyecto, a cargo de cuatro jóvenes arquitectos uruguayos —Carlos Labat, Pierino Porta, Nicolás Scioscia y Fernando Romero—, es el producto de un concurso público del año 2012. Originalmente pensado para alojar las oficinas de la Corporación Andina de Fomento (actual Banco de Desarrollo de América Latina), en el proceso del proyecto ejecutivo el destino del edificio se fortaleció, y actualmente alberga el nodo de oficinas para toda la región sur —Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay—, además de salas de cine, un bar, estacionamientos y espacios públicos.

LA SITUACIÓN URBANA

Hasta mediados del siglo XIX Montevideo ocupaba apenas la península que cierra la bahía, lo que con el tiempo se llamó la Ciudad Vieja. A partir de la declaratoria de Independencia, y como gesto refundacional, se construye la nueva Plaza Independencia, se traza la avenida 18 de julio y el amanzanado hasta la calle Ejido, lo que se nombró en su momento como Ciudad Nueva. En 1877 se derriba la Ciudadela, bastión principal de la defensa de la ciudad, y se anexa ese espacio a la gran Plaza. Al poco tiempo la ciudad continúa creciendo con sucesivos ensanches, principalmente hacia el este.

El terreno para la CAF se encuentra en un limbo entre los trazados en cuadrícula de la Ciudad Vieja y la Ciudad Nueva, un espacio de costura (o mejor, descosido) entre las dos tramas, asociado en parte a la huella ondulante de la antigua muralla. Manzanas irregulares y una importante pendiente hacia el Río de la Plata caracterizan la zona, que se abre hacia los fuertes vientos de la costa sur montevideana. Vista desde la Rambla Sur, se observa una agrupación incómoda de edificios singulares, pasando por el Templo inglés, el Club AEBU, el Teatro Solis, los edificios de la Presidencia y más atrás el edificio Ciudadela y el Palacio Salvo.

En la última década el sector se ha transformado fuertemente, a partir de la reforma del Teatro Solis, con su nueva caja escénica emergiendo del edificio neoclásico, la finalización de la Torre Ejecutiva, edificio para la Presidencia de la República (obra que estuvo parada por 46 años, originalmente pensada para el Poder Judicial) y la construcción del Anexo de Presidencia, otro reciente concurso también ganado por jóvenes arquitectos.

Por otro lado, los dos barrios adyacentes viven importantes procesos de transformación. El de Ciudad Vieja es de más largo plazo: en base a la inversión en espacio público y la preservación patrimonial, y apuntalado por el turismo interno y externo, el barrio antiguo ha ido recuperando el carácter central en la sociedad montevideana. Sin embargo, el cambio del Barrio Sur es más reciente, y se debe principalmente a la densificación poblacional que está generando la ley de promoción de la vivienda de interés social promulgada en 2011.

Para finalizar este punto, vale nombrar la presencia del Dique Mauá a escasos 300 metros del terreno. Sobre ese sector de la costa montevideana se ha dado uno de los debates urbanos más intensos de los últimos tiempos, a cerca de la posibilidad de instalar junto al Dique la terminal de pasajeros de Buquebus (más un complejo hotelero, un shopping y el paquete que suele venir con todo esto).

LA HISTORIA

Si bien las condiciones urbanas mencionadas traían aparejadas situaciones históricas, bajo este subtítulo quisiera hablar de las distintas capas depositadas sobre el terreno para la CAF en particular.

En 1869 se inauguró allí el Mercado Central, un edificio ecléctico historicista, obra del constructor inglés Thomas Havers. Además de concentrar buena parte del movimiento diario de la ciudad, los portones del mercado eran punto de encuentro entre los inmigrantes recién llegados de Europa y sus posibles empleadores. En 1895, dentro del Mercado abrió sus puertas el bar Fun Fun, personaje que encontraremos nuevamente en estas páginas.

Casi un siglo más tarde, un nuevo proyecto para el Mercado Central requirió —no sin polémica pública— la demolición del viejo edificio. Aunque la propuesta de Enrique Monestier incluía la conservación de parte del antiguo mercado, la construcción finalmente inaugurada en 1966 consistía en un bloque compacto moderno, que dejaba un espacio abierto descaracterizado al norte, frente a la espalda del teatro. Además de mercado, el edificio albergaba un restaurante, oficinas municipales, la asociación civil Mundo afro, estacionamientos y, desde 1988, nuevamente el bar Fun Fun. La vida del nuevo edificio duró la mitad de su antecesor. Las explicaciones pueden ser variadas: zona deprimida, problemas de mantenimiento, falta de adecuación entre su función y lo que su lenguaje comunicaba, etcétera; como sea, el edificio no era estimado por los ciudadanos, y Montevideo se preparaba para rehabilitar otros mercados públicos con mayor sex appeal.

EL PROGRAMA

La Intendencia de Montevideo, propietaria del edificio, decidió intentarlo nuevamente, abandonando esta vez el mercado como destino, y generó un convenio con la CAF para la realización del concurso de anteproyecto para sus oficinas. Con base en una concesión a 60 años del sector destinado al banco, la CAF se encargaría de la construcción y el mantenimiento del complejo, el que incluiría además espacios públicos, un estacionamiento subterráneo para 300 vehículos, tres salas de cine para Cinemateca Uruguaya y, lo que a esta altura de la nota no sorprende a nadie, el histórico bar Fun Fun.

El programa del banco incluye espacios de trabajo para 150 funcionarios, principalmente en áreas tipo open office, salas de reunión, una gran sala de directorio con cabina de traducción, auditorio, comedor y amplias zonas de servicios. Sumado al resto del programa, el edificio totaliza 15.000 metros cuadrados construidos, más 8.000 metros cuadrados exteriores.

EL EDIFICIO

Un primer problema para los proyectistas, que las bases del concurso no resolvían, fue la decisión de qué hacer con el edificio existente. Recordemos: un firme prisma de hormigón armado, de tres niveles de altura. En los resultados del concurso se vieron interesantes opciones, tanto de las que demolían el edificio como de las que lo conservaban parcialmente. Dado que la altura y el ritmo lo permitían, el proyecto ganador propuso mantener la estructura de hormigón, como una malla tridimensional base sobre la cual trabajar. Con pequeñas modificaciones —suprimiendo algún pilar, reforzando otros donde se agregó nueva construcción o donde la esbeltez lo requería— la estructura espacial del edificio moderno fue transferida al nuevo proyecto, en un ejercicio de memoria intelectualizada para arquitectos y, especialmente, para jurados de concurso. De cualquier manera vale notar que esa decisión no hizo pagar ningún costo espacial al edificio; por el contrario, estableció un orden geométrico armónico.

El siguiente problema también era fácil de prever: ¿cómo compatibilizar los requerimientos de un banco internacional con actividades como las de un complejo de cines o un bar, públicas y principalmente nocturnas,? Y además, ¿cuál podía ser la imagen que representara a ambos mundos tan alejados? La respuesta, como tantas veces encontrada fuera de la letra del problema, vino de la mano del espacio público. El edificio se parte, se estira en su lado norte hasta ocupar la totalidad del terreno, y se vuelve a integrar a través de una plaza de acceso. El cuerpo del banco es mayormente vidriado, mientras que el del programa público es de hormigón visto y poco perforado. Geometría y posición los vinculan, materialidad y espacio vacío los separan. El gesto que los termina por unir es una larga cinta que rodea todo el primer nivel del edificio: una malla de acero galvanizado GKD cose el conjunto, manteniendo cierta tensión visual entre las partes. El conjunto resultante tiene carácter de edificio público, y si bien es claro que hay oficinas allí no parece un edificio de oficinas.

Otra estrategia tendiente a unificar las actividades públicas de los dos bloques fue la definición de las actividades de la planta baja del sector del banco. Si bien existe un acceso protocolar en el extremo sur, un nivel más abajo, el nivel de la plaza se tomó como el plano público. El interior se retrae un módulo de la estructura, generando una galería en forma de L que rodea este piso contra la plaza y la calle Ciudadela. Hall y galería de arte enfrentan estos espacios, mientras que el resto de la planta se complementa con salas de reuniones laterales, el auditorio en el centro y la sala del directorio con vistas sobre río. Para un programa bastante refractario como un banco internacional, estas decisiones resultan como mínimo amigables. Es de lamentar que no se haya logrado resolver los accesos a Cinemateca y Fun Fun también desde la plaza de acceso. Pelea que dieron los arquitectos, y que fue desestimada por la CAF. El edificio es el que salió perdiendo.

Además, este plano base se tensa hasta casi la esquina de las calles Ciudadela y Canelones, generando una escalinata escenográfica con vistas al río, otro gesto interesante de una expresividad muy contenida.

Visto desde la pequeña calle Bartolomé Mitre, el mismo plano toma espesor, y gracias al desnivel existente el subsuelo surge como un volumen de hormigón visto. Marcado con aberturas en vertical, pero delineado horizontalmente, este cuerpo remata con gran velocidad en la fachada sur, con el espacio del comedor apenas elevado sobre el espacio público. Este volumen de servicios, que contiene los accesos al estacionamiento, un novedoso estacionamiento de bicicletas público con duchas y vestuarios, un acceso de servicio y espacios técnicos diversos cumple un rol importante a la hora de dialogar con la escala barrial, en el único lado en el que el edificio se aprieta contra la ciudad. Hay que reconocer habilidad a la hora de tironear de un volumen de servicios semienterrado hasta convertirlo en el principal motivo de la fachada sur.

Las plantas de oficinas tienen, desde el punto de vista de la ciudad (que es mi punto de vista), mucho menos interés. Por exigencias de la CAF se eliminó del proyecto ejecutivo la escalera que comunicaba fluidamente desde el hall hacia el primer nivel: la única opción es usar el ascensor (salvo emergencias, obviamente). Dada la ancha crujía, y con el auditorio emergiendo en el centro, se optó por vaciar esa porción de planta y generar un patio verde, rodeado de un cómodo espacio de circulación y áreas de oficinas abiertas y cerradas. Una amplia escalera comunica este nivel con el segundo, un volumen transversal que sobrepasa el nivel de la estructura existente, otro gesto interesante que se hace reconocible desde fuera. Allí tiene su gran oficina el presidente de la CAF, reservada para cuando visita el país. Como este tipo de organismos internacionales, el edificio tiene algo de construcción ficticia: su mejor lugar permanece vacío todo el año.

Para finalizar, me gustaría volver a mirar el lugar desde la rambla. Nuevamente me asalta la idea de conjunto heterogéneo, de ramo de flores extraño. Pero es interesante el rol que juega el nuevo edificio de la CAF en este conjunto, armonizando escalas y formas, neutralizando algunos edificios vecinos indeseables y dando lugar a los verdaderos protagonistas del lugar. La ciudad está mejor que antes.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Summa+, Buenos Aires, Argentina

Pieza urbana

En un barrio residencial de Montevideo, la pequeña Casa Buceo, de los arquitectos Gualano + Gualano, ocupa la mitad de la parcela mientras propone la otra mitad como espacio vacío. Sus formas puras y su materialidad dura le otorgan un carácter de pieza urbana

La casa Buceo toma su nombre del lugar en el que se localiza: El buceo es un barrio residencial alejado del centro de Montevideo; la cercanía a la costa del Rio de la Plata, el frondoso arbolado público y los jardines de sus casas definen el ambiente de la zona.

En un pequeño terreno en esquina, de apenas 135 m², el estudio liderado por los hermanos Gualano proyectó una casa que debía albergar aproximadamente el mismo metraje. La primera decisión entonces fue apilar el programa en dos niveles, liberando la mitad del terreno, el cual mira al norte en su lado mayor.

Retrayéndose hacia la medianera, el proyecto reserva este vacío al norte, y lo construye visualmente mediante un muro que acompaña la fachada. El patio resultante, además de captar el sol durante buena parte del día, no interrumpe el pasaje de radiación solar a los espacios interiores, especialmente bienvenida en los largos meses del invierno. 

El esquema de dos bandas de actuación, una construida, la otra libre de construcciones, es desafiado por la presencia del prisma de la terraza. Si bien bien ésta ocupa parte del vacío, lo hace con otro espacio también vacío, que además evita apoyarse, colgando del cuerpo principal.

El volumen virtual de la terraza elevada construye la esquina a la vez que demarca y protege el espacio de acceso, y una vez dentro cubre el espacio de estacionamiento. Esta componente urbana de la casa se entiende por la voluntad expresa de los autores de construir ciudad, de proyectar en la ciudad para los otros. Es así que la Casa Buceo se siente más urbana que sus vecinos, se entiende como una pequeña parte de un todo mayor.

La composición formal se puede resumir fácilmente en dos volúmenes, la terraza elevada y el prisma contra la medianera, más el plano que cierra la planta baja. El repertorio material también es acotado, destacándose las piezas en hormigón (rústico o pulido), los bloques también de cemento, madera y algunas piezas en metal blanco. La enredadera que cubre el muro es también concebida como un material en la composición.

Esta expresividad muy controlada, ya sea en lo material o en el campo de las formas, puede ser entendida como una apuesta a una estética de lo mínimo (no me refiero aquí a lo minimal), de lo básico y lo posible. Por un lado, estos materiales precisan poco mantenimiento, y su envejecimiento se asume como parte de su expresión final. Por el otro, se apela a técnicas constructivas sencillas, que ya están incorporadas en la tecnología y mano de obra del medio en el que se construye. 

La protección de la intimidad, asegurada por el largo muro y el portón de entrada, permite que una vez dentro los espacios sean completamente vidriados. La conformación en planta hace que todos los ambientes miren al patio, que actúa como paisaje interior. En planta baja la escalera define dos ámbitos separados, pero conectados visualmente, y su presencia se aliviana con el diseño de sus barandas y el uso del color blanco. En la planta alta la escalera vuelve a separar, esta vez el dormitorio de los niños, al fondo, y el del matrimonio, con su salida independiente a la terraza.

Para concluir, podemos decir que la Casa Buceo saca partido de sus restricciones espaciales, aprovechando al máximo el espacio exterior, a la vez que encuentra un repertorio formal y material propio y adecuado al medio en el que se inserta.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #259, Bogotá, Colombia

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Refinamiento constructivo

Tecnología y tradición se combinan en esta casa de playa en el litoral del estado de São Paulo. Thiago Bernardes recoge y amplifica la experiencia de tres generaciones de arquitectos, colocando el confort en el centro del proyecto.

Hace más de cinco décadas que el nombre Bernardes resuena en el ambiente de la arquitectura brasileña. Primero Sérgio Bernardes, reconocido por sus potentes y radicales proyectos; luego su hijo Claudio, fundador del estudio Bernardes + Jacobsen; y finalmente Thiago, quien ocupó el lugar de su padre Claudio, tras la muerte de éste. Actualmente Thiago Bernardes posee su propio estudio, Bernardes Arquitetura, con oficinas en Rio de Janeiro y São Paulo, y en sus proyectos capitaliza la experiencia de tres generaciones, combinando tecnologías de punta con elementos expresivos tradicionales en la cultura del Brasil.

El conjunto de sus proyectos, particularmente sus casas, puede entenderse como un constante proceso de refinamiento constructivo, donde el confort es el principal objetivo. Trabajando para clientes exclusivos, en amplios terrenos y con holgados presupuestos, la obra de Bernardes Arquitetura se ciñe sin embargo a contados componentes y materiales, sin apelar a elementos simbólicos de lujo ni caer en los clichés de la moda del momento. 

La Casa RHG se ubica en São Pedro, Guarujá, en el litoral del estado de São Paulo, y ocupa un terreno elevado y de fuerte pendiente. La sierra de Guararu, de la cual forma parte São Pedro, es considerada un área de protección ambiental desde 2012, por su reserva de vegetación nativa de más de 2.500 hectáreas.

Para aprovechar las vistas hacia el mar, y como forma de permitir la continuidad del suelo y preservar así la vegetación, la casa se eleva sobre una estructura de columnas de hormigón, sobre la cual se apoya otra estructura de acero. En el nivel del acceso una plataforma define la planta de uso exterior, que incluye la piscina: apenas un pequeño pabellón, que alberga la sala de estar comedor y la cocina, sobresale del plano horizontal, cubierto por un techo liviano inclinado. Las barandas de vidrio, y las ventanas corredizas de madera, no interrumpen nunca la visión lejana del mar.

Dos escaleras, una exterior y una interior, conducen desde el acceso a la planta inferior, que contiene los dormitorios y el SPA; ambas desembocan en un atrio, con una perforación en el centro y rodeado por las circulaciones, que permite apreciar la particular estructura que soporta toda la casa y que sólo se percibe cabalmente desde este punto. Mientras en la planta alta el contacto con la naturaleza se plantea como paisaje lejano, la planta de dormitorios se relaciona directamente con los árboles, en primer plano. Como excepción, en la suite principal, una pequeña terraza invita nuevamente a contactarse con la impactante vista de la playa y el mar.

El proyecto de interiores, que también es de Bernardes Arquitetura, propone algunos detalles que subrayan las características de su arquitectura, entre tecnología y tradición. Por ejemplo, en el extremo de la sala de estar, la “Poltrona Jangada”, de Jean Gillon, que hace referencia a una balsa artesanal, convive con la futurista estufa colgada, producida por la empresa Focus y diseñada por Dominique Imbert.

Alcanzar la simplicidad requiere un arduo trabajo de síntesis y pulido, pero si se realiza bien el resultado da sus frutos: esta vivienda no solamente es extremadamente bella y confortable, sino que en el momento adecuado es sutil (sin tampoco esconder su presencia), habla bajo y deja que lo que cuente sea el lugar, la naturaleza cercana y la vista del mar. La abstracción, que muchas veces se confunde con frialdad, permite ver al proyecto en relación con su entorno, y como resultado ambos, casa y lugar, se potencian.   

Contraste y contención a la hora de diseñar se observan en toda la Casa RHG, en una interesante combinación de creatividad, tradición y refinamiento.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #259, Bogotá, Colombia

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Escape plan – Aigai Spa

It took Brazilian lawyer and entrepreneur Fernanda Pinazo more than two years to find the right place to build her new spa centre. She wanted her business to offer an urban experience, but also to be an oasis for her guests, a calm haven away from Sao Paulo’s busy centre. Picking the perfect spot was critical. Her search led her to a generous – 750sq m – corner plot in Alto de Pinheiros, a relatively quiet residential neighbourhood of Sao Paulo, green with lush trees. At the same time, Pinazo travelled the world, handpicking wellness techniques and treatments to bring back to Brazil and help shape her new spa concept, Aigai. With the plot and concept settled, she was ready to put together the architect’s brief for Aigai’s all-important main home.

After discussions with several practices in the city, it was the proposal of Chile-born, Sao Paulo-based architect Mário Figueroa that won Pinazo over. Demolishing an existing structure on site, the team started with a clean slate. The building was conceived as a structure made of different layers, helping put the necessary distance between the noisy city and the spa’s peaceful core. The main façade is set back, and a zigzagging ramp stretches over a pond towards a hand-painted tile-covered recess defining the complex’s main door. Next to it, a curved green concrete wall surrounded by gardens and covered in twenty different species of plants shields visually the interior from the street and insulates the building from city sounds. The same concrete wall is left exposed inside, its aesthetic playing an important role in the overall architectural feel.

Once through the main entrance, visitors are led to the reception area. This looks out to the first of the building’s twelve courtyards, and guides guests towards the changing rooms, where they will prepare before continuing into one of the spa’s three main relaxation areas. The biggest one is the Relax Lounge. It is partially covered by a white decorative pergola, featuring an Arab-style wood lattice mashrabiya motif. This same pattern will be replicated on doors and walls through the building and is part of Aigai’s visual identity. Figueroa drew inspiration both from the arabesque decorations of the Alhambra Palace in Granada and the minimalist work of Tadao Ando, so the project is a masterful showcase of carefully balanced contrasts.

The second relaxation space is called the Feel. It is a small patio with a vertical garden and a water feature, covered by a sliding glass ceiling; this space was designed to bring the visitor in direct contact with nature. The third and final relaxation area is the Dream; a bijoux library room, with an armchair looking towards a small courtyard that acts as a lightwell. These rooms are places for the guests to rest and unwind, stylishly furnished with pieces by Patricia Urquiola. The option to order food from a specially designed menu devised by the resident chef is also available.

Each treatment room (there is a total of six on the ground floor) has its own outdoor terrace, as well as a variety of equipment for various wellness therapies, such as the Abhyanga Indian oil or the Shiatsu Japanese pressure point massage. The patios make the sky, the trees, the textured concrete and the green walls ever present throughout the building. In combination with the carefully selected designer furniture in the spa, they form an important part of Aigai’s luxury wellness ethos. The building’s service and support areas – such as the garage, offices, the kitchen and a staff room – are located in the basement level.

The first floor – read from the outside as a wood-clad box sitting on the spa’s ground level concrete volume – contains My Spa, a section of the building, which can be hired by a single guest or a group. It has its own separate entrance and offers the two-step Hammam ritual: hot air treatment, followed by exfoliation and a bath. This area also has its own swimming pool, sheltered discreetly by a sliding ceiling in the same mashrabiya pattern.

A building designed to bring the surrounding nature in, while respecting its guests’ privacy, all within one of the world’s busiest metropoles, the new Aigai spa in Sao Paulo is a perfect blend of minimalism and ornament.

 

author: gustavo hiriart

originally published in Wallpaper* #194, London, UK

Casa Zé en Palmela

La ciudad de Palmela, cercana lisboa, se destaca por sus paisajes naturales, y por la presencia de su castillo. Paratelier propone una pequeña y compacta casa, que aprovecha su posición para captar las vistas cercanas y lejanas. Las tablas que dieron forma al hormigón de sus muros fueron reutilizadas en el interior.

A 25 kilómetros al sur de Lisboa, la pequeña ciudad de Palmela aprovecha su situación geográfica excepcional: muy cercana a la capital portuguesa, aún mantiene sus características semi rurales, donde la dominante actividad vitivinícola convive con industrias de mediano porte. Construida en torno al Castillo de Palmela, el cual ocupa su parte más alta, ciudad y castillo dominan el valle y las vistas a la reserva Parque Natural Arrábida.

La plaza Boa Vista hace honor a su nombre: desde ella se puede observar tanto el valle Barris como el castillo medieval. En un estrecho terreno vacante que enfrenta a la plaza, Paratelier, estudio de arquitectura con oficinas en Lisboa y Roma, dirigido por Monica Ravazzolo y Leonardo Paiella, proyectó la Casa Zé. Este estudio de jóvenes arquitectos actúa frecuentemente en las áreas de arquitectura y diseño de paisaje, y de alguna forma el proyecto de esta casa aúna ambas disciplinas, ya que la construcción se integra en el paisaje del lugar, e integra asimismo las vistas del entorno en sus espacios.

Vista desde la plaza, la casa se presenta como un bloque monolítico, con apenas algunas aberturas discontinuas, que favorecen la imagen de objeto macizo. Esta contundencia se ablanda, por así decirlo, con la forma del techo a dos aguas, que informa icónicamente de su función de vivienda. Por más que el contraste con sus vecinos es notable, el proyecto procura asociarse a través de la coloración ocre y rojiza, de sus muros y techo respectivamente. Además, un pequeño patio lateral sirve también de conexión (o desconexión, mejor) con la casa de la esquina.

Todo proceso constructivo deja sus huellas; las construcciones con hormigón visto hacen del proceso su acabado final, al dejar las marcas del encofrado que le dio forma. La Casa Zé lleva este proceso aún más lejos, ya que las tablas utilizadas para encofrar los muros exteriores fueron reutilizadas, luego de haber sido limpiadas y enderezadas, casi en su totalidad en el interior. De esta manera, además de las ventajas del reaprovechamiento (económicas y de sustentabilidad) existe una correspondencia geométrica entre las marcas en el exterior y las juntas en el interior.

La imagen dura y abstracta del exterior de la casa no permite adivinar el interior cálido que se percibe apenas se entra, y el efecto sorpresa se potencia en el espacio de doble altura del recibidor, completamente forrado en madera, que invita inmediatamente a subir. El proyecto rompe  así la organización tradicional, ubicando los dormitorios en el primer nivel, abiertos al patio lateral, y las zonas de estar, comedor y cocina en el segundo nivel.

Conforme se sube, el contacto con el exterior es mayor, hasta llegar al área de relación, un espacio continuo que congrega las actividades sociales de la casa. Cada una de las aberturas que aparecen en este espacio fueron pensadas en su relación con la vista particular que se buscaba enfocar. De tal forma, la ventana que da para la plaza concentra la mirada, mientras que la que apunta hacia el valle propone una vista más amplia. Una tercera ventana permite la salida a la terraza posterior, desde la que se ve también el castillo.

Cualquier proyecto estructurado verticalmente depende de su escalera, y la escalera de la Casa Zé, construida enteramente en madera, acompasa su diseño con el criterio general de la vivienda: más cerrada en la planta baja, se abre escultóricamente en el nivel de los dormitorios hasta llegar libre a la planta superior. Observar esta mágica escalera nos deja la satisfacción de saber que aún quedan cosas por ser inventadas. 

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Axxis #255, Bogotá, Colombia

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