Paulo Zimbres – Rectoría de la Universidad de Brasilia

El campus Darcy Ribeiro de la Universidad de Brasilia (UnB) ocupa una importante área del ala norte de la ciudad, limitando con el Lago Paranoá hacia el este. Como parte del Plano Piloto proyectado por Lucio Costa en 1957 el campus está conformado por edificios aislados vinculados por extensas áreas verdes, donde destaca por su tamaño y ubicación el Instituto Central de Ciencias, proyecto de Oscar Niemeyer en 1962. Entre este largo edificio de más de setecientos metros y el Lago fue emplazado el proyecto de la Rectoría de la universidad, diseñado por Paulo Zimbres entre los años 1972 y 1975. Zimbres, como docente de la Facultad de Arquitectura, formaba parte del Centro de Planeamiento de la UnB (CEPLAN), oficina donde los proyectos del campus fueron realizados.

A diferencia los famosos edificios de Brasilia, ubicados principalmente sobre el eje monumental y bajo el control casi exclusivo de la figura de Niemeyer, el campus presenta una mayor variedad de autores y diversidad de soluciones, aunque muchas de ellas puedan ser enmarcadas en la corriente Brutalista, en la cual profundizaremos más abajo. Se podría pensar que, si los proyectos representativos del poder (y quizá el mejor ejemplo sea el edificio del Congreso) apuntaban a un orden cósmico y una expresividad totalmente novedosa, muchos de los edificios proyectados en el campus se anclaban en un orden terrenal de expresión más controlada y tintes vernaculares.

El edificio de la Rectoría encarna en su diseño la concepción espacial de un campus abierto, compuesto por edificios independientes que comparten un elemento común y continuo: el terreno. El proyecto plantea dos cuerpos paralelos unidos por un atrio abierto, cubierto parcialmente por una grilla de hormigón en el nivel superior, la cual define, según esté perforada o no, el tipo y nivel de protección del espacio, proponiendo así una secuencia de atrio cubierto, patio semi-cubierto y patio; estos dos últimos sub-espacios, además, albergan una exuberante vegetación (el proyecto original incluía también un estanque, lamentablemente sin agua hoy día). Una cómoda rampa transversal, que comienza en el acceso al suroeste del edificio, une funcionalmente los dos cuerpos, colocados a medio nivel uno del otro, mientras que el auditorio, aprovechando también el desnivel en su piso plegado, es el único espacio cerrado que ocupa el atrio, suspendido de la grilla de hormigón por tensores. De esta forma la Rectoría define un espacio exterior propio, a la vez que ofrece un área de integración con el resto del campus, donde destaca la continuidad de la vegetación. El arquitecto nos cuenta lo siguiente acerca del espacio central: “El patio interno con su espejo de agua, propició la creación de un ambiente fresco, sombreado y húmedo entre los dos volúmenes de tres pisos que albergan las oficinas, favoreciendo la ventilación cruzada natural que permitió, por muchos años, minimizar el uso de equipamiento mecánico de climatización”

El proyecto se construye predominantemente en hormigón armado, en consonancia con la materialidad de la segunda modernidad (a partir de las obras tardías Le Corbusier, quien proyecta, por ejemplo, el monasterio de La Tourette en 1953) y la llamada arquitectura Brutalista Brasileña. Planos horizontales aparentemente muy pesados componen las losas de hormigón y parte del cerramiento vertical (el detalle del corte muestra que la losa es recubierta por un plano vertical sobrepuesto). Estos planos se proyectan hacia las fachadas de forma escalonada de manera creciente (los más grandes en la parte superior) y provocan un dinamismo e inestabilidad que se contrapone a la pesadez material, y sugiere además posibles cambios de crecimiento o adaptación en el tiempo, lo que también nos puede recordar al trabajo de los Metabolistas japoneses. El lenguaje de planos proyecta el espacio (a la vez que proyecta sombras hacia el interior) y la construcción a medios niveles hace imposible cerrar mentalmente la caja, por lo que el conjunto permite una fluidez que, más que continuidad, confunde interior y exterior, a la vez que naturaliza, por así decir, la presencia del edificio. La robusta estabilidad material que muestra la Rectoría se descompone en elementos que integran el aire como materia de proyecto.

El Brutalismo, como lenguaje moderno, proponía una imagen menos abstracta y más austera, que abandonaba el blanco, y admitía la imprecisión en el acabado; utilizando hormigones a la vista que dejaban las marcas de sus moldes y a la vez informaban de la etapa de la construcción; entendiendo el proyecto no como algo acabado sino como parte de un proceso con historia (la de su construcción, lo que de alguna manera incluye a la tradición), presente (el de su función y presencia material) y futuro (se contempla el envejecimiento y los procesos de adaptación). Lo matérico se vuelve fundamental en esta concepción, donde las texturas se transmiten visualmente a través de la incidencia de la luz, y a su vez activan una memoria táctil fenomenológica, que vincula al sujeto con sus experiencias previas. Si en la primera modernidad se incluía intelectualmente al sujeto, era éste quien tenía que que aprehender el espacio a través de su movimiento, en la modernidad de postguerra el sujeto es invitado a confrontar la experiencia del espacio y la materia con sus vivencias.

En Brasil el Brutalismo tuvo gran influencia a partir de las obras de Affonso Reidy en Rio de Janeiro (como el MAM de 1953) o Vilanova Artigas (con su estadio de Morumbi de 1952) y Lina Bo Bardi (que proyecta el MASP en 1958), los dos últimos en São Paulo, donde hasta el día de hoy se realizan proyectos que podríamos catalogar de Brutalistas. También en Brasilia hay interesantes ejemplos de este estilo, particularmente el Palacio de Justicia (Oscar Niemeyer, 1962) y los proyectos de la Biblioteca (1963) y el Restaurante Universitario (1969), situados en el campus de la UnB, ambos de José Galbinski. Entre los proyectos más destacados que siguieron esta linea expresiva se encuentra el edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU) proyectado por Vilanova Artigas y Carlos Cascaldi entre 1961 y 1968, y a continuación usaremos este proyecto para analizar, en comparación, nuestro caso de estudio. Los puntos de contacto entre la Rectoría y la FAU pueden ser evidentes, aunque por otro lado evidenciar también sus diferencias puede arrojar luz sobre las particularidades en la concepción del proyecto de Brasilia.

En resumen, el edificio de la FAU plantea una caja de hormigón suspendida en el aire, sostenida por pilares esculturales en sus bordes (evitando colocar pilares en las esquinas); se accede libremente a un atrio central, flanqueado en sus dos lados mayores por volúmenes a medios niveles unidos por amplias rampas, las que ocupan uno de los lados menores; el espacio del atrio y el nivel superior de los volúmenes se cubren por una grilla de hormigón que permite un pasaje homogéneo de la luz, a modo de nuevo cielo artificial. Materialidad robusta, atrio central, grilla reguladora de la luz, medios niveles y rampa serían los elementos comunes con nuestro caso, además de estar ambos proyectos destinados a programas de educación pública, aunque de diverso tipo.

Probablemente sea este último punto el que empieza a explicar las diferencias: mientras la FAU es una facultad, integrada a un campus pero con cierta autonomía de uso, la Rectoría sirve a a un campus con diferentes facultades. La caja de la FAU delimita perfectamente su espacio, segrega una porción del campus y el espacio resultante se vuelca hacia dentro centrípetamente, generando un nuevo exterior propio, un universo controlado, una propuesta política de uso del espacio dentro de la facultad. En cambio la Rectoría no cierra el espacio, proyecta su interior centrífugamente por medio de sus planos salientes, al mismo tiempo que incorpora el exterior, a través del uso de la naturaleza, el aire y la luz. La Rectoría se despliega, abre su juego articulando lo existente con la propuesta, en un resultado indivisible donde edificio y lugar son finalmente uno solo. Si el proyecto de Artigas proponía una idea de ciudad moderna en su interior, el de Zimbres encarna la idea de la ciudad moderna a la que pertenece, asumiendo con convicción su participación en un contexto mayor.

Para finalizar cabe mencionar la reciente construcción en Brasilia de dos proyectos que de alguna forma retoman, en clave contemporánea, los principios de concepción vistos tanto en la Rectoría como en la FAU. El nuevo edificio del SEBRAE (oficina que apoya a las pequeñas empresas) del arquitecto Luciano Margotto y el estudio Grupo SP, recuerda el dinamismo del proyecto de Paulo Zimbres en el uso de los planos, además de proponer un atrio semi-cubierto por una grilla metálica, mientras que el proyecto de la FHE (fundación habitacional del ejército) de MGS Arquitetos se asemeja más al proyecto de Vilanova Artigas, con su caja elevada de color naranja y su atrio compacto. Ambos proyectos permiten comprobar que, sin concesiones formales al pasado, existe una linea de trabajo sobre conceptos espaciales y su correlato en la ciudad que perdura en el tiempo, una historia, que sin dudas se para sobre un pasado firme y camina hacia un futuro promisorio.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en Ensamble #03 Arquitectura y Olvido, Médico DF, México

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