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Los dos a la bienal

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Perspectiva de la propuesta presentada al concurso.

Dos modelos contrapuestos de cárceles nacionales son los protagonistas del envío uruguayo a la XVI Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia. Prison to prison es el nombre de la propuesta ganadora del concurso organizado por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de la República, con la participación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Por este motivo, la diaria conversó con parte del equipo curatorial, integrado por Diego Morera (curador), Sergio Aldama, Federico Colom, Jimena Ríos y Mauricio Wood.

¿Por qué presentarse a la bienal?

Jimena Ríos (JR): Creo que tiene que ver con llevar a un evento mundial una visión propia de cierta situación. Dentro de una subjetividad, se trata de poder hablar de algo macro representando a Uruguay, a la vez que se piensa en un proyecto propio que habla de lo que está sucediendo.

Sergio Aldama (SA): Es una oportunidad de tratar temas que tienen que ver con intereses personales, a partir del tema general que plantea la bienal [espacio libre]. Ese interés personal nace de una cuestión casi generacional sobre el discurso de la arquitectura, que no necesariamente está planteado mediante el proyecto. En el discurso sobre cómo mirar un fenómeno de la arquitectura está la oportunidad de darle voz a algo que nos interesa a todos.

Diego Morera (DM): Para el contexto académico es importante que nosotros como jóvenes tomemos la palabra y empecemos a hablar de temas que nos parecen urgentes, y que planteemos una posición con respecto a la dimensión cultural de la arquitectura. Nos interesa intentar dialogar de igual a igual con los demás países, por eso queremos llevar una propuesta que sea provocadora.

En ese sentido, visto desde acá, ¿cuál dirían que es el rol de la presencia uruguaya en la bienal?

DM: Por tratarse del mayor evento de la arquitectura mundial, es una oportunidad única de posicionar a la arquitectura en la discusión de la cultura uruguaya, y no sólo del ámbito académico. Por eso la propuesta tiene que tratar un tema que de verdad toque a otros actores, sin perder la especificidad de la arquitectura: queremos hablar del tema como arquitectos y no jugar a ser sociólogos. Usamos una frase que Hans-Ulrich Obrist toma de un artista y primer ministro de Albania [Edi Rama], que habla de considerar a la cultura como infraestructura y no como mera superficie. Entonces, nos planteamos trabajar con la cultura desde ahí, cuestionando las cosas desde la raíz, como si fuesen infraestructura, y en nuestro caso, vinculando a la cultura con lo arquitectónico.

SA: Hay un aspecto que es importante contar, y es que Uruguay tiene su propio pabellón dentro del predio de la bienal.

DM: Hay que tener en cuenta que de América Latina sólo Brasil y Venezuela tienen uno.

¿Cuál es el tema planteado por las directoras de la bienal?

Federico Colom (FC): El tema es Freespace –espacio libre–, y ellas lo plantean esquemáticamente: hablan de la generosidad de los espacios y, sobre todo, de la dimensión del espacio público, pero no necesariamente de los lugares que están pensados para ser espacios públicos, sino de aquellos espacios de apropiación en los que se generan actividades. Hablan de algo muy sencillo y hasta por momentos inocente.

SA: La bienal plantea un freespace de un statu quo; un espacio público democrático, de igualdad. En ese espacio democrático no me queda claro si está incluida la diferencia, en el sentido de que el espacio público es un lugar al que vamos a encontrarnos para conectarnos como iguales y no tanto para trabajar y negociar nuestra diferencia. Para nosotros el freespace es un diálogo constante. Esa libertad y espacio libre son una construcción y no un espacio dado.

JR: Creo que hay que pensar en el contexto desde el que viene la propuesta, y en las posibilidades con las que cuentan. Es una visión europea que está cargada de un montón de cosas, y una visión uruguaya de eso estará cargada de otras. Por eso el tema del contexto es muy importante.

DM: Lo que tomamos de freespace es la arquitectura como posibilitadora de situaciones, que se preocupa más por lo humano y por la generosidad de la arquitectura con el usuario, en vez de una arquitectura preocupada por la imagen y por lo banal. Se trata de una vuelta a una proporción más esencial, a lo que la arquitectura tiene que hacer, que es servir a lo humano.

Vayamos a la propuesta. ¿Qué es Prison to prison?

DM: Partimos de un hecho particular: el edificio más grande que se construyó en Uruguay en 2017 fue una cárcel, y también fue el primer edificio construido en la modalidad de participación público-privada. Se trata del módulo 1 de Punta de Rieles, que fue hecho por un consorcio de tres empresas; albergará a 1.960 presos y constituirá la segunda cárcel en número de personas. Entendemos que esto es algo que habla de la sociedad uruguaya y también de nuestra disciplina, en la medida en que la cárcel es uno de los edificios más arquitectónicos, ya que define la vida del usuario las 24 horas del día, tal vez por varios años.

Partimos de ese hecho, que puede llegar a entenderse como trágico, y lo unimos con otro que entendemos como irónico: comparte medianera con una cárcel preexistente [módulo 6 de Punta de Rieles], que tiene un modelo innovador, implementado en 2010, que es único en la región y, tal vez, en el mundo. El modelo es el de cárcel pueblo, cuya lógica consiste en imitar el afuera en el adentro, y se organiza como un pueblo en el que los presos pueden circular libremente dentro del predio de la cárcel, con límites de horarios a lo largo del día; hay avenidas, un polo industrial, un área comercial con locales que ellos mismos gestionan, una heladería, una pizzería, etcétera. Partimos de ese contraste irónico de que haya dos cárceles con modelos totalmente distintos –que no son sólo modelos de gestión, sino también modelos arquitectónicos y de entender lo humano, el castigo, la vigilancia–, que comparten terreno y que, además, fueron realizados durante el mismo gobierno. A partir de ahí empezamos a mirar las dos arquitecturas, y así fue como surgió la propuesta.

A diferencia de la Cárcel Pueblo, la nueva cárcel tiene un impacto mucho mayor cuando se ve desde la calle, no sólo por su tamaño, sino también por su imagen: está completamente rodeada por un muro prefabricado de cuatro o cinco metros de altura, que bordea las 25 hectáreas del terreno. Se organiza en diez celdarios, constituidos por celdas prefabricadas con equipamientos antivandálicos, apiladas como si fuesen cajas. Desde nuestro punto de vista es un edificio que va a promover una existencia abstracta. Es la típica cárcel de las series de televisión, donde los movimientos están totalmente controlados y las circulaciones y la apertura de puertas se manejan por videovigilancia. Es un modelo importado, con la participación de arquitectos locales que repitieron este modelo y lo aplicaron al lugar sin ningún cuestionamiento. La idea no se limita a ver al objeto de estudio en sí, que es lo que hacemos ahora al trabajar con los dos modelos, sino que se trata también de hablar de otras cosas. En ese conjunto de cárceles, empezar a ver otras dialécticas que puedan ser llevadas a cualquier otra yuxtaposición de modelos contradictorios.

SA: Esta curaduría es como un puente. No puede haber un relato lineal, sino un diálogo; un tema que se pone arriba de la mesa y que, en realidad, se va armando por diferentes capas y esferas de trabajo.

Desde la óptica del freespace, pareciera que en la cárcel nueva lo que cuenta son los espacios cerrados, mientras que en la otra ocurre lo contrario. ¿En la Cárcel Pueblo el espacio público es el que estructura el edificio?

DM: Eso es lo anecdótico, de donde partimos. Decimos que encontramos un freespace en el lugar menos esperado, como la cárcel, porque es su opuesto; es el espacio de la no libertad. Más allá de que sigue siendo una cárcel, es un freespace; una cárcel en la que existe el espacio público. No es 100% espacio público, pero utiliza la lógica de un barrio. Ese es el espacio con el que queremos trabajar.

FC: Visto desde afuera, tiene más elementos de espacio público que de lo contrario.

SA: Yo diría que salta de un modelo de arquitectura a un modelo más urbano, porque tiene una condición de espacio público, de calles, de plazas, de barrios dentro de barrios, de equipamientos deportivos, de lugares comerciales y culturales. En realidad, no sólo es urbano, sino que es un modelo territorial, ya que rebasa las propias lógicas de la cárcel, porque muchos de los emprendimientos y productos que se hacen tienen contacto con la ciudad. O sea que hay flujo de entrada y salida de personas, de materiales, de productos.

En la propuesta mencionan que casi todas las cárceles uruguayas están ubicadas en las periferias. ¿Entienden que esa urbanización espontánea de la Cárcel Pueblo es una forma de revertir aquella expulsión hacia la periferia?

DM: Sí. Uruguay es el país más urbanizado del hemisferio occidental y no podemos creer en la reinserción de alguien enviándolo al medio de la nada, a un lugar abstracto, cuando la reinserción debería estar vinculada a lo urbano; es una estrategia que en Escandinavia se ha usado –imitar el afuera en el adentro– y es la que mejor funciona.

Antes de pasar a lo específico de la exposición, me gustaría que nos contaras cómo se relaciona esta propuesta con temas precedentes.

DM: –Con Mauricio –que también forma parte del equipo curaturial– hicimos nuestro proyecto de final de carrera entre 2016 y 2017. En ese formato de taller, uno elige qué programa arquitectónico desarrolla y también puede imaginar escenarios en los que insertar su proyecto. Motivados por cosas que vimos en el viaje, empezamos a pensar en trabajar con una cárcel urbana. Propusimos un sistema de cárceles que se insertaban en las zonas más pobladas de nuestra ciudad y desarrollamos un modelo como caso de estudio de una cárcel en 18 de Julio. Proponíamos entenderla como un edificio de vivienda más adentro de la ciudad, que insertaba el espacio público –como las galerías de 18 de Julio– con un café y un anfiteatro, para romper con el distanciamiento o el tabú que genera entrar a una cárcel. Con la idea de volverlo algo habitual, en todas las decisiones materiales y estratégicas se incorporaba la imitación del afuera en el adentro.

Lo terminamos en mayo de 2017 y ya nos habíamos presentado al llamado para participar en las residencias artísticas del Espacio de Arte Contemporáneo, con la idea de hablar de la cárcel urbana dentro de una ex cárcel urbana, como es ex la cárcel de Miguelete. Nos seleccionaron y estuvimos ahí tres meses. Contamos con dos celdas, una para trabajar y otra para ir exponiendo lo que hacíamos, y realizamos tres líneas de investigación: una colección de maquetas de cárceles; una maratón de diálogos, en la que hicimos cerca de 20 entrevistas con distintos actores políticos –sociólogos, criminólogos, gente del sistema penal, etcétera–; y finalmente empezamos a trabajar en la Cárcel Pueblo. Fue entonces que descubrimos que al lado estaban construyendo una nueva, y surgió la idea de empezar a investigar ese otro caso, siempre con el planteo de trabajar estos temas desde la arquitectura, porque entendemos que en nuestra disciplina es algo que por lo general no se ve, y sólo se suele mirar desde el punto de vista de la seguridad, o de lo sociológico y político.

¿Qué llevarán a la bienal?

JR: La exposición parte de la idea de que, al trabajar sobre lo carcelario, no queríamos llevar a Venecia una mímesis de la cárcel ni queríamos tener una visión estigmatizadora, negativa o de golpe bajo. Intentamos llevar algo más esperanzador y trabajar desde la ironía y el humor.

DM: –Algo que lo posicione como un tema tan digno como cualquier otro.

JR: –Pensamos en trabajar con tecnologías y proponer un guion inmersivo, que no fuera literal. Sumamos al equipo a dos artistas, Juan Pablo Colasso y Marcos Colasso, que trabajan con iluminación y sonido. La idea es generar una experiencia sensorial en el visitante que se enfrente a este espacio intervenido por luces y sonido, y que el transitar de una cárcel a otra lo lleve a un viaje de forma abstracta, o tal vez poética, con escenas audiovisuales de estos dos modelos. Es un tránsito; una experiencia que no dura más de diez minutos pero es un golpe audiovisual para el espectador, un impacto al que se enfrenta. El objetivo es motivarlo para seguir investigando y que ahí acceda al catálogo.

DM: –No queremos que sea una exposición unidireccional, a la que uno entra y ya sabe lo que va a recorrer, sino que el visitante pueda apropiarse de la experiencia, sentarse, quedarse el rato que quiera. Al entrar a la antesala verá la mayor parte de la información más arquitectónica; ahí estarán el catálogo, un póster, y una gran pieza donde se presentan las dos cárceles. También esperamos que a los visitantes esta experiencia les permita vincular los temas con otras temáticas personales.

¿Qué están haciendo ahora?

JR: –Ahora estamos en el desarrollo de los contenidos del proyecto. Por un lado, trabajamos en lo vinculado a la exposición y el catálogo; por otro, en un proyecto de extensión que la Universidad de la República desarrolla dentro de la Cárcel Pueblo, en el marco del Programa de Integración Metropolitano.

DM: El proyecto de extensión lo presentamos el año pasado y salió ahora, con un equipo ampliado que también incluye gente de la Facultad de Psicología. En paralelo a la bienal, la idea es trabajar con estudiantes de la FADU dentro de la cárcel y, a su vez, trabajar el urbanismo de la cárcel con los presos, con la población de la zona y con la usina cultural.

JR: La usina Matices funciona dentro de la Cárcel Pueblo, y tiene una radio y una comparsa.

DM: Con ellos también trabajaremos para generar los audios de la exposición.

JR: También nos estamos ocupando del financiamiento, buscando patrocinadores.

¿El presupuesto no alcanza?

JR: Es que la arquitectura no tiene un papel muy importante dentro del MEC. Desde el MEC y desde la FADU se está haciendo un esfuerzo por revertir esto, pero por ahora estamos en una situación en la que Uruguay no cuenta con los fondos suficientes. En mi experiencia la plata nunca alcanza, y si bien el dinero que tenemos da para cubrir todo lo expositivo, no alcanza para los sueldos, ni para los viáticos –ya que todo el equipo tiene que viajar y trabajar allá–, ni para la infraestructura, como la pintura del pabellón, la mano de obra, etcétera.

FC: Si bien la experiencia inmersiva de luz y sonido es la adecuada para mostrar nuestra idea, también surgió de la restricción del presupuesto. En cierto sentido, fue lo que nos motivó a esta estrategia de casi no intervenir el pabellón en términos arquitectónicos –de no construir nada–, entre otras cosas porque después hay que volver a dejarlo como estaba. Tiendo a ver algo positivo en la falta de dinero: fue lo que terminó definiendo la propuesta.

¿Qué repercusiones creen que tendrá a nivel público y político este diálogo entre varios frentes?

DM: Queremos tratarlo con optimismo y posicionar la discusión sobre estos temas desde lo arquitectónico –que es algo innovador– y en el mayor ámbito que podamos para establecer estos diálogos que buscamos.

SA: Lo que seguro no esperamos es que estalle en los aspectos más negativos del tema, en lo más banal y mediático, sino que la conversación surja para poder desglosar un tema que es mucho más complejo que un fuerte titular de televisión o de diario.

 

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en la diaria, Montevideo, Uruguay

https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/4/los-dos-a-la-bienal/

tapa la diaria 13:4:2018

La diaria, edición 13/04/18

Desde el frente

Una mujer observa un paisaje plano y desértico desde los peldaños más altos de una escalera plegable. Se elevó para cambiar el punto de vista, ver desde más arriba, más lejos, ampliar su horizonte; una acción simple, económica en términos de utilización de recursos, con la que obtiene un resultado relativo enorme. Con esta imagen se presenta la actual edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia, creada en 1980 como una sección de la bienal de arte de la misma ciudad, que es la principal exposición internacional relacionada con la profesión y este año se realiza del 28 de mayo al 27 de noviembre.

El tema de esta decimoquinta edición, “Reportando desde el frente”, propone recoger, en el simbólico campo de batalla de la arquitectura, las experiencias de quienes han logrado, con su experiencia en la construcción del entorno, ganar cierta perspectiva (como la mujer en la escalera). A los participantes -representaciones nacionales e individuos- se les pidieron reportes de actuaciones exitosas, casos ejemplares en los que la arquitectura haya “hecho la diferencia”, al decir del curador de la colosal muestra, el arquitecto Alejandro Aravena (Santiago de Chile, 1967).

2016 parece ser un gran año para él: además de curar la Bienal, en enero recibió el Premio Pritzker (una especie de Nobel para los arquitectos, del que Aravena fuera jurado hasta el año anterior). Pero este no es su primer gran año: en 2008, la misma Bienal le otorgó el Premio a la Joven Promesa, y la revista Icon, especializada en arquitectura y diseño, lo colocó en su portada. Un año más tarde, la revista Monocle lo incluyó en una lista de 20 “nuevos héroes globales”. Autodefinido como idealista y pragmático a la vez, este ex docente de Harvard dirige desde 2001 el estudio chileno Elemental, enfocado en proyectos de “interés público e impacto social”, según explica su sitio en internet, que se ha destacado internacionalmente por algunos proyectos de vivienda agrupada. Para cerrar este párrafo biográfico, vale agregar su charla TED de 2014, video viral en el mundo de los arquitectos.

El lector se podrá preguntar por qué tanto detalle acerca de la figura del curador. Ocurre que hay, en forma indudable, una fuerte impronta de Aravena en su Bienal, desde el planteo inicial para los expositores hasta los premios otorgados -sobre los que volveremos más adelante-, pasando por la exposición a su cargo. El arquitecto chileno representa (y el premio Pritzker confirma esto) un cambio en el discurso de legitimación de la arquitectura: el pasaje de un supuesto sistema de estrellas globales a uno de héroes locales, que afrontan problemas y limitaciones materiales.

No es difícil entender -en tiempos de continuas crisis económicas y ambientales, y de “corrección política” generalizada- por qué este discurso pasó de alternativo a hegemónico. Aravena encarna ese relato y lo simplifica con eslóganes cargados de buenas intenciones, en una prédica de eficacia innegable. Como dice el argentino Fredy Massad, ahora parece que la arquitectura social hubiera nacido “de la mano de este nuevo mesías, que se ha encargado de hacerla trendy y deseable”.

La exposición que da la bienvenida a los visitantes de la Bienal, diseñada por el equipo curatorial, busca dar el ejemplo: en su montaje se utilizaron 10.000 metros cuadrados de placas de yeso y 14 kilómetros de montantes de acero, todos recuperados de lo que quedó de la bienal de arte realizada el año pasado. Apiladas, las placas generan muros laterales, sobre los que se exhibe la muestra, mientras que los perfiles galvanizados cuelgan del techo a modo de inquietante cielorraso. La potencia de este espacio impacta mucho más que la muestra que aloja. Por lo que he podido recabar, poco se habla de la calidad del espacio, casi nada de lo exhibido y mucho de la cantidad de material que se pudo reciclar (más de 90 toneladas), algo que suele ocurrir ante proyectos presentados con el destaque de que son “sustentables”: el foco está en lo cuantitativo.

Los premios

El jurado otorgó el León de Oro, máxima distinción de la Bienal, al Gabinete de Arquitectura (Paraguay), por la exposición Breaking the Siege (rompiendo el asedio). Curada por Solano Benítez, Gloria Cabral y Solanito Benítez, esa muestra consiste en una monumental bóveda perforada, construida íntegramente con ladrillos unidos con mortero (ver la foto). Esa filigrana de ladrillos, visualmente tan endeble como un castillo de naipes, es tal vez la imagen de lo opuesto: lo que allí se ve es la esencia de la forma, la estructura, lo necesario para existir. La instalación se complementa con una cuidada iluminación, que pone en evidencia los patrones que conforman la filigrana (en forma de equis), proyectando sus sombras sobre las paredes laterales. Lo más interesante de esta propuesta parece estar en el contraste entre una forma a priori noble y su construcción con medios sencillos (ladrillo, mano de obra no calificada) y, sobre todo, baratos.

El estudio liderado por Solano Benítez, carismático representante de lo glocal(global-local), cobró notoriedad en la última década por un uso imaginativo de un producto ordinario como el ladrillo. Las carencias materiales en su país lo llevaron a jerarquizar la técnica sobre otros factores, mediante un proceso de ensayo y error en obra, a fin de optimizar el uso de materiales y del presupuesto, alcanzando una expresividad propia y potente. Vale agregar que Benítez había sido premiado en 2008 por el banco suizo BSI (que es el principal patrocinador de esta bienal veneciana), mientras que Gloria Cabral fue elegida en 2014 para el programa Mentor & Protégé de la empresa Rolex. No es difícil ver aquí a lo establecido legitimando lo alternativo, absorbiéndolo en forma paternalista y convirtiéndolo en mainstream, algo que puede generalizarse acerca del conjunto de esta Bienal.
El León de Oro a la participación nacional le correspondió a la propuesta española, Unfinished (inacabado). Con la curaduría de Iñaqui Carnicero y Carlos Quintans, el conjunto compuesto por cuatro exposiciones propone una mirada sobre la producción reciente española, enfrentada a un prolongado escenario de crisis económica luego de que reventara la burbuja inmobiliaria. Más allá de la crítica implícita sobre el despilfarro, la muestra evita el lamento y propone herramientas que ayuden a encontrar caminos de posible de actuación en el ya no tan nuevo escenario. El diseño del conjunto, despojado y materialmente muy sencillo, se ajusta al mismo tipo de limitaciones que se les exigen a los proyectos convocados.

La exposición comienza con siete series fotográficas sobre edificios o espacios abandonados en medio de la obra, mostrando, además de su dimensión estética, su capacidad de sugerir nuevos lugares de actuación. La siguiente muestra es una selección de 55 proyectos, separados en nueve categorías, que responden con responsabilidad y coherencia a un contexto de recursos limitados. En otro espacio se proyectan 11 entrevistas con personalidades internacionales de la arquitectura, que se expresan sobre la situación española. Finalmente, el concurso Unfinished expone el trabajo de jóvenes arquitectos, muchos de los cuales aún no han tenido la posibilidad de construir debido a la recesión económica.

Semanas antes de que comenzara la Bienal ya se sabía que recibiría un merecido premio a la trayectoria el arquitecto brasileño Paulo Mendes da Rocha. Nacido en Vitória en 1928 y distinguido con el Pritzker en 2006, Mendes da Rocha aún trabaja en su estudio en el centro de San Pablo, y es actualmente el principal referente de la denominada Escuela Paulista. Su obra, en la tradición de la Arquitectura Moderna, transmite una enorme confianza en la capacidad de transformación de la arquitectura y el urbanismo. Sus actuales proyectos mantienen la vitalidad admirable de los primeros, de fines de los años 50.

Se otorgó el León de Plata al nigeriano Kunlé Adeyemi, por su prototipo para escuelas flotantes. Paradójicamente, la única escuela fabricada a partir de este diseño se desplomó hace poco más de una semana en Lagos, luego de días de intensas lluvias. Hubo también menciones para la propuesta de Perú, una atractiva e interesante exposición sobre un proyecto de escuelas en la selva amazónica; y la de Japón, con alternativas de vivienda colectiva compacta para zonas densamente pobladas.

Resumiendo: premios para un equipo paraguayo, para la propuesta de la España en crisis, para un arquitecto brasileño y otro nigeriano; menciones para Perú y Japón. Así alineados los astros, es evidente que el foco está puesto en América Latina y sus propuestas, pero sería ingenuo pensar que el mérito es todo del curador chileno. Parece interesante agregar que, a diferencia de lo que suele ocurrir en los festivales de cine, donde el público aporta a la evaluación de lo exhibido, la Bienal de Venecia comienza con los premios ya otorgados y permanece abierta por seis meses, iluminando el camino legitimado de antemano.

Reboot

Sin haber tenido la oportunidad de visitar la Bienal y reportar desde el frente, agrego un rápido apunte sobre el enigmático envío uruguayo. Reboot (reinicio), la propuesta liderada por el profesor arquitecto Marcelo Danza para el pabellón de Uruguay, surgida de un concurso organizado por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, se apoya en dos acontecimientos de los años 70: la guerrilla urbana del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y la tragedia de los Andes. El equipo responsable de la muestra sostiene que halló, en esas dos respuestas colectivas a situaciones extremas, sendas lecciones a partir de las cuales ve posible “contactar con otros registros posibles para lo arquitectónico”.

La exposición invita “al visitante a involucrarse con la muestra y a construir su propia estrategia de decodificación y entendimiento, generando sus propias relaciones de los eventos presentados entre sí y con la disciplina”. El pabellón, un espacio de planta rectangular de unos 100 metros cuadrados, está dividido en dos por una cortina translúcida. De un lado, un pequeño pozo cuadrado, con tierra y piedras al lado. Del otro, dos dibujos de gran dimensión sobre la pared y una frase, cuya traducción sería “Entenderemos lo que es la arquitectura cuando nuestra vida dependa de ello”.

Alcanzo a comprender que se encuentre interés en estrategias de supervivencia, e incluso que se puedan extraer de ellas lecciones arquitectónicas; lo que me resulta discutible es la pertinencia de esta propuesta esquiva en una Bienal que pedía soluciones a problemas probables. Remontarse al mito para entender “lo que es la arquitectura” es como pensar los problemas de la selección nacional de fútbol estudiando la final de Maracaná.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en la diaria, Montevideo, Uruguay

http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/6/desde-el-frente/

La diaria, edición 17/06/16

La diaria, edición 17/06/16

Ensayo y error – Gabinete de Arquitectura

El  arquitecto Solano Benitez dirige su Gabinete de Arquitectura en la ciudad de Asunción del Paraguay. La situación geográfica de este pequeño país en el centro de América del Sur, explica por sí misma alguna de las características del trabajo del Gabinete, por lo que conviene profundizar en este aspecto. Paraguay se parece quizá a la imagen que, alguien que no vive en América, puede tener de dicho continente: es un país con una economía débil (o “en desarrollo”), hibridado culturalmente, con clima muy cálido y húmedo, en medio de selvas y caudalosos ríos. Además de esto, Paraguay, como diría el escritor Augusto Roa Bastos sobre su condición de aislamiento físico y político, es “una isla rodeada de tierra”.

Todas estas particularidades, algunas de ellas verdaderas restricciones materiales a la hora de proyectar, han potenciado el trabajo del Gabinete de Arquitectura y le han dotado de mayor sentido. La carencia de presupuesto, junto a las tradiciones constructivas locales, llevaron a jerarquizar la técnica (entendida como los modos de hacer) por sobre otros factores. Tomando el material ladrillo como dato de partida, un elemento producido en el lugar y extremadamente barato, el desafío que se plantearon fue puesto en el uso imaginativo de un producto ordinario, expandiendo sus posibilidades. Solano dice que vivimos una “crisis de falta de imaginación”, por lo que se ha propuesto hacer lo que no sabe, en un proceso de invención y ensayo constantes, que admite el error como modo de acercamiento a la mejor solución posible.   

Por todo esto, el Gabinete de Arquitectura es a la vez un un estudio, una empresa y un taller; o mejor: un espacio de diseño, construcción y enseñanza ligada a la investigación. El propio edificio que alberga el estudio es un obrador en constante mutación, una verdadera cantera de obra. El desarrollo de la obra por parte del Gabinete, el trabajo directo con los materiales y con los “maestros” que realizan la construcción, es fundamental en todo este proceso que va indistintamente del estudio a la obra, o viceversa. Además, Solano Benitez se rodea de jóvenes arquitectos, que incorporan sus ganas e inventiva, mientras olvidan, como ellos dicen, lo que hasta el momento habían aprendido.

Si bien la técnica está en el centro del pensamiento de Solano Benitez, sus proyectos no se perciben como tecnológicos, ya que el proceso constructivo es un medio para generar el espacio y la protección del mismo, en un medio ambiente donde el calor plantea condiciones extremas. Sumado a esto, el uso del ladrillo naturaliza, por así decir, la presencia física de sus edificios. El uso de espacios intermedios, de cáscaras que fragmentan el exterior incorporándolo al interior, son respuestas que provienen del espacio, la aclimatación y el uso, y acaban en la solución tecnológica específica. Estas soluciones aparecen en varios proyectos del Gabinete, destacándose en la Sede de Unilever, la Casa Esmeraldina, la Tumba para su padre o la Fundación Teletón.

Solano Benitez declara que le interesa la historia de la técnica, y agrega: “incluyendo también a la poseía como una técnica muy precisa, para satisfacer precisas necesidades del ser humano”. Y nuestro arquitecto se vale de la poesía en dos aspectos fundamentales de su trabajo: la construcción y el discurso. La poesía opera por síntesis: condensa en palabras o en formas, ideas o imágenes, y las entrega de manera contundente; las formas que produce el Gabinete de Arquitectura son contenidas, hechas con un único material, y el mensaje llega a través del espacio, la luz y la materia de forma simple y profunda, conduciendo el mensaje directamente al campo emotivo. No es simple el pensamiento que las produce, pero sí lo es el resultado, a través de una refinada depuración. Por otro lado, en el discurso Solano Benitez se confunde con su obra: utiliza la literatura, la filosofía, expande el campo de acción de sus proyectos en conferencias y seminarios en todo el mundo, emocionando audiencias con su lenguaje poético y didáctico.

Probablemente la característica principal en la obra del Gabinete de Arquitectura es la coherencia; el ensayo continuo sigue una linea firme y no permite desviaciones, y el resultado, por bueno que sea, es siempre un momento en un largo proceso. Y esa coherencia se consigue siguiendo una filosofía simple pero poco común: una concepción humana en el sentido más amplio del término. Solano Benitez lo resume con esta frase: “yo soy vos”. Las ideas de solidaridad, de comunión entre los individuos, de servicio, nutren de contenido esencial a sus propuestas, mientras que la innovación las pone en relación. O como también nos dice Solano: “la inteligencia es el vínculo común entre todos los seres humanos”. 

La arquitecta francesa Anne Lacaton ha dicho que el lujo es aquello que supera las expectativas iniciales. Usar las restricciones a su favor, no desperdiciar ningún recurso en el proceso, aprovechar un material noble y barato, extremar sus usos hasta límites impensados, hacerlo generando espacio para el alma y confort para el cuerpo, y hacerlo con belleza; todo esto es lujo en el mejor sentido del término, el que proponía Lacaton. Solano Benitez hace más interesante la vida en sus edificios, y en el camino ha también dotado de mayor interés a la arquitectura como disciplina, además de generar atención sobre la buena arquitectura contemporánea del Paraguay. 

Casa Esmeraldina

La Casa Esmeraldina tiene nombre de ciudad, ya que es una de las Ciudades Invisibles de Italo Calvino. En ella, Solano Benitez introduce elementos de espacio público (rampa, muro, plaza elevada) como forma de potenciar lo colectivo en un ambiente privado. El punto de partida lo da la solución técnica: un suelo muy pobre, la necesidad por tanto de concentrar cargas, y el uso de grandes luces estructurales que buscan apoyo en los muros medianeros. Pero el resultado es espacial; las cajas, conectadas por puentes y escaleras, permiten fluir el espacio y la mirada, y proponen la creación de itinerarios diferentes cada vez. El muro de fachada es a la vez un límite, pero también una invitación a descubrir un mundo interior.    

Centro de rehabilitación Teletón

La Fundación Teletón es una ONG dedicada a la rehabilitación infantil, y es financiada a través de donaciones que se realizan una vez al año. Esta periodicidad coincide con las distintas etapas de la obra, por lo que el proyecto se propone como una suma de pabellones e intervenciones con distinto carácter. La utilización de todo los materiales llevados a la obra, incluso las sobras, implica una postura ética ante el esfuerzo de la sociedad que ofrece su ayuda año a año. De las distintas etapas se destacan las bóvedas de ladrillo calado, hechas con piezas prefabricadas en el lugar, y el pabellón de piscinas, con su cubierta conformada por pirámides invertidas; ambos recrean, tanto dentro como fuera, sugerentes paisajes artificiales.

Casa L.A.

En un campo a 200km de la capital paraguaya se ubica la casa L.A. Enfrentando una pista de aterrizaje, la casa se estira en un volumen único. Dentro de la caja de ladrillo aparecen otros prismas que van regulando los espacios, desde lo colectivo hacia lo íntimo, utilizando el gran volumen de aire como forma de aislación; además, dos entrepisos aprovechan el espacio entre caja exterior e interior. Al este, un muro plegado autoportante, de tan sólo 4cm de espesor, recorre 36 metros y se eleva 6. Este muro genera la circulación a los dormitorios, y aparece también, como segunda capa en la fachada, mostrando desde fuera el juego de límites. 

Una versión en inglés de este texto fue publicada en la revista Mark #42:

https://gustavohiriart.com/2013/03/01/invention-and-trial-gabinete-de-arquitectura/

Historias detrás de planos

© gustavo hiriart

El 27 de noviembre, la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República (Udelar) celebró su centenario como facultad independiente: antes de su fundación era parte de la Facultad de Matemáticas. La conmemoración procuraba, principalmente, reunir a quienes pertenecen y han pertenecido a la casa de estudios, por lo que presentó su sede, el icónico edificio de Bulevar Artigas, engalanada y organizada como una exposición continua de los trabajos que allí se realizan. La celebración incluyó también actividades protocolares con la presencia de personalidades como el rector de la Udelar, el doctor Roberto Markarian, la decana de la Facultad de Ingeniería, la ingeniera María Simon, y representantes de los distintos órdenes y gremios.

Pero, más allá de lo que sucedió en esa concurridísima y lluviosa noche de viernes, lo que interesa comentar ahora es uno de los productos más importantes del centenario de la facultad: el libro Cien años. El interés está en el libro en sí, por su calidad y capacidad comunicativa (es, además, un objeto bello, como era de esperarse), pero también en que su lectura permite hilvanar una historia que trasciende el interés específico de una disciplina y sus avatares, ya que nos muestra el rol que la Facultad de Arquitectura, en sus 100 años, ha desempeñado en la cultura de Uruguay.

Por escrito

La elaboración de un libro que resuma, por decirlo de algún modo, la historia de una facultad puede ser una tarea imposible si se pretende alcanzar acuerdos que concilien las distintas visiones sobre el pasado; el lejano y, especialmente, el reciente. La metodología utilizada para realizar el libro Cien años intenta eludir, como dice el decano, el doctor arquitecto Gustavo Scheps, en el prólogo, “el discurso único, la exposición concluyente” por medio de un producto coral, polifónico, que asume que sus miradas y relatos son “fatalmente incompletos”.

La estructura que hizo posible elaborar el libro se apoya en una Comisión de los Cien Años, que definió un comité editorial formado por diez editores (uno por década), quienes a su vez escogieron a 100 autores (uno por año, obviamente). Cada década es presentada por un editor y a cada año le corresponde un relato que ocupa una página completa y una fotografía, en la página contigua, que ilustra el texto. Hasta aquí tenemos solamente un sistema, un procedimiento que no asegura la calidad del conjunto, sino que plantea las reglas del juego. El resultado, gracias a editores y a autores, es un libro amable y conmovedor por momentos, que, como adelantaba antes, sitúa a la facultad en los principales debates culturales de cada época.

La publicación del libro se enmarca en una política del actual decanato de “reposicionar la arquitectura y el diseño como dimensiones fundamentales de la cultura”, como le contaba el año pasado a la diaria Scheps (ver ladiaria.com.uy/articulo/2015/5/forma-y-espacio/); de la misma forma, en el prólogo de Cien años afirma que el libro intenta ser en sí mismo un “acontecimiento cultural”. Este libro tiene la capacidad de establecer ese nexo entre cultura y arquitectura a través del tiempo y, de alguna forma, propone el desafío de “asumir las responsabilidades de nuestro tiempo en el proceso de construcción histórica”, continúa Scheps.

100 relatos

Me propongo ahora repasar someramente algunos de los hitos principales, una selección personal y errática, que aparecen narrados en Cien años. Sólo cuando incorpore algún texto de forma literal citaré al autor; los autores restantes pueden ser consultados en el índice del libro.

1915 fue el año en el que la tensión entre arquitectos e ingenieros acabó por definir los perfiles y las especificidades de cada una de esas disciplinas; a partir de entonces, se crearon ambas facultades (otro ejemplo del tan manido binomio crisis-oportunidad), con la participación destacada del doctor Baltasar Brum. En esos primeros años de la facultad, la figura predominante fue, sin duda, la de Monsieur Joseph Carré, quien lentamente guio la transformación de la carrera: de una formación academicista (Beaux-Arts) a una formación más renovadora, apoyada más adelante en los profesores arquitectos Mauricio Cravotto y Julio Vilamajó.

En 1918 se creó el Centro de Estudiantes de Arquitectura (Ceda); el libro da cuenta de su constante y activa participación a lo largo del centenario, en muchos casos proponiendo y fomentando los principales debates sobre temas de arquitectura y sociedad. Así lo muestran los textos correspondientes a la creación de la Revista Ceda, editada por primera vez en 1932; la huelga estudiantil del año siguiente contra el golpe de Estado de Gabriel Terra; la realización del mundialmente famoso grupo de viaje, que tuvo su primera experiencia en 1947; la colocación de una enorme pancarta en la fachada de la facultad que rezaba: “Fuera el imperialismo yanqui de América Latina, viva la revolución cubana”, por la visita de Dwight Eisenhower a Montevideo en 1960 (hecho que terminó en una fuerte represión policial); la edición de una nueva revista en 1981, Trazo, que procuraba generar espacios de libertad en una facultad aún intervenida por la dictadura; la realización del Encontrazo un año después, nombre que en 1990 volvería a ser usado para el Primer Encuentro de Estudiantes de Arquitectura, realizado en Montevideo, que inauguró una tradición de encuentros anuales en toda América del Sur.

Volviendo al orden cronológico, en 1918 se realizó por vez primera el Gran Premio (antecedente lejano de los citados grupos de viaje), que consistía en enviar un estudiante a un largo viaje de estudios. La página del año 1920 relata la experiencia de Vilamajó y la relación con sus dibujos, algunos de los cuales aún pueden verse en el Museo Nacional de Artes Visuales hasta el 21 de febrero.

El relato del centenario pondera el decanato renovador de Leopoldo Carlos Agorio en 1928, ya que, como escribe la arquitecta Cecilia Hernández Aguirre, “su discurso refleja la idea del tránsito de una enseñanza en el plano abstracto, sin contenido de valores sociales, estéticos ni técnicos, propios de la composición Beaux-Art, a la aceptación de la técnica, la industria y los cambios en los modos de vida como motor de un arte nuevo”. Estos planteos alimentaron la discusión de los años siguientes, que tuvo un particular énfasis en los aspectos sociales de la disciplina.

Entre 1934 y 1936, Joaquín Torres García brindó una gran cantidad de conferencias en la facultad que vinculaban arte y morfología. Más allá de la importancia puntual de estos cursos dictados por Torres, es de destacar la influencia que tuvo el afamado pintor en arquitectos como Rafael Lorente Escudero, Ernesto Leborgne y Mario Payssé Reyes.

En 1936 comenzó a funcionar en la Facultad de Arquitectura el Instituto de Teoría y Urbanismo (ITU), dirigido por Cravotto, un año después de que una de sus principales figuras, el arquitecto Carlos Gómez Gavazzo, pusiera en relación la desorganización urbana de Montevideo con la falta de formación técnica específica en urbanismo, y un año antes de que el ITU publicara el primer número de su revista. Esta vinculación entre institutos, gremios y publicaciones propias signa la historia de la facultad, y se mantiene hasta nuestros días. Además del ITU, el pensamiento urbano tuvo en los Seminarios Montevideo y en la Maestría de Ordenamiento Territorial sus principales plataformas de reflexión.

Si pensamos en la Facultad de Arquitectura, pensamos inmediatamente en su edificio actual, obra de Román Fresnedo Siri y Mario Muccinelli, inaugurado en 1948. Actualmente saludable, fue preciso que transitara por varios procesos de recuperación edilicia y de su equipamiento, y, luego de pequeñas adiciones sobre la calle Mario Cassinoni, se proyecta una gran ampliación sobre ese sector. Además, en 2011 la facultad se hizo cargo del Museo Casa Vilamajó y adquirió su casa vecina para albergar al Centro de Posgrados, la Casa Centenario.

“El Plan de Estudios de 1952, parteaguas entre dos épocas, fue asumido como mito fundacional de un proceso que, teniendo un ancla en lo disciplinar, se proyectaba en un escenario político de signo progresista…”, resume el arquitecto Nery González. El viraje hacia una facultad más involucrada en los temas políticos (y posicionada ideológicamente en un contexto de Guerra Fría) estableció el marco para las discusiones sobre el perfil de formación del arquitecto de los siguientes 20 años, temas que volvieron a aparecer en la discusión de los planes de 2002 y 2014. El nuevo escenario a partir del Plan 52 trajo aparejado el alejamiento de importantes profesores (y excelentes arquitectos), como Cravotto, Octavio de los Campos e Ildefonso Aroztegui.

Resulta natural pensar en la época de la intervención de la Universidad, de 1973 a 1985, como una etapa oscura; sin embargo, el libro recoge testimonios de resistencia, algunos entrañables, otros jocosos, que resaltan la convivencia y, sobre todo, la creatividad. Los relatos cuentan sobre la búsqueda de espacios de libertad, el diseño de la libertad, ya sea en el ámbito privado de los estudios como en la militancia por la defensa de la ciudad, el Grupo de Estudios Urbanos, la edición de una nueva revista de los estudiantes (la mencionada Trazo) y el primer encuentro de estudiantes (también nombrado más arriba, el Encontrazo).

Finalizando la cronología, quedan muchos momentos por nombrar -en especial, del pasado reciente: las participaciones en la Bienal de Venecia, el premio Archiprix, la reciente creación del doctorado y todo lo relacionado con el intenso año del centenario-, algunos de éstos ya abordados con anterioridad en la diaria. Pero este espacio es acotado y este texto es una excusa; para todo lo demás está el libro.

FADU

A las 00.00 del 28 de noviembre, la facultad cambió su nombre por Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU). Hoy, la FADU recibe a 1.200 estudiantes por año en sus cinco carreras: Arquitectura, Diseño Industrial, Diseño de Comunicación Visual, Diseño de Paisaje y Diseño Integrado. Scheps cierra el libro (y este texto) con este fragmento: “Nuestra Facultad consolida un espacio completo y sinérgico, abocado a la investigación y formación en torno al proyecto y la transformación del hábitat. Para profundizar la incidencia social y cultural de nuestras disciplinas […] buscamos adecuar y re-imaginar, con rigor y exigencia, creatividad y honestidad intelectual, sus valores, su identidad y su especificidad”.

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en la diaria, Montevideo, Uruguay

http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/1/historias-detras-de-planos/

La diaria, edición 29/01/16

La diaria, edición 29/01/16

Casa – La escuela vertical de Julio Vilamajó

Muchas veces hemos escuchado, y tantas otras repetido, que el edificio de nuestra facultad es en sí mismo fuente de enseñanza. Claro que todos los buenos edificios lo son, pero en este caso es además la convivencia, la experiencia frecuente, la que motiva (por no decir asegura) el aprendizaje. Más allá de lo que se hace en él, el edificio de Fresnedo nos enseña sobre el cómo se hace; es el carácter que le imprime a una función que podría realizarse de infinidad de maneras distintas. En este sentido, la palabra Escuela, que proviene del Griego y nos remite al tiempo libre, al ocio, arroja luz sobre esa relación entre el disfrute, como experiencia placentera, y el aprendizaje.

La casa que Julio Vilamajó construyó para su familia en 1930, y que desde 2000 forma parte de nuestra facultad (1), comparte y extiende aquella capacidad pedagógica. El foco de esta cualidad didáctica vuelve a estar, como en el caso de la Facultad, en la experiencia propuesta, y por tanto se concentra en el usuario. A partir de allí Vilamajó abre el abanico, y cual enciclopedia en tomos (verticales) comparte sus intereses espaciales (que incorporan el movimiento y el mirar como funciones) formales, materiales, decorativos… evoca paisajes y crea imaginarios. 

Entendiendo su capacidad comunicativa y emblemática, convertimos a la casa en un museo, y con orgullo no disimulado, la mostramos a los que nos visitan, les pedimos que nos hablen de ella (2). El arquitecto Paulo Mendes da Rocha, por nombrar un ejemplo entre tantos, nos dijo que la casa “es un discurso que se puede leer muchas veces”(3). Y es un discurso que provoca placer cada vez, pues vincula lugares que olvidamos que pueden estar cerca, como la inteligencia y la intuición, o la creación y la memoria.

1_La casa es administrada por la Facultad de Arquitectura de la UdelaR a partir de un acuerdo con el Ministerio de Educación y Cultura, propietario del bien patrimonial. En 2011, luego de finalizado un importante proceso de restauración, la casa se comienza a utilizar, albergando las entrevistas a arquitectos y diseñadores invitados, abriendo al público en 2012 como Museo Casa Vilamajó.

2_Los libros Entrevistas 1 y Entrevistas 2, publicados por la Facultad de Arquitectura, recogen las conversaciones entre invitados extranjeros y docentes de la facultad.

3_Entrevista con Soledad Patiño y Marcelo Gualano, en Entrevistas 1, FARQ

autor: gustavo hiriart

publicado originalmente en el libro Cien Años Facultad de Arquitectura, Montevideo, Uruguay